jueves, 22 de enero de 2015

El Decamerón de Boccaccio





            Giovanni Boccaccio (1313-1375) es, junto a Dante y Petrarca, uno de los autores más representativos de la literatura italiana. Pertenece al movimiento del humanismo. Aunque compuso varias obras en latín, es recordado sobre todo por ser el autor del Decamerón. En 1348 se encontraba en Florencia, por lo que fue testigo de la epidemia de peste negra que sufrió la ciudad (recordemos que esta terrible epidemia diezmó la población de Europa y constituyó una verdadera sacudida espiritual, ya que la miseria humana se hizo clara y patente y los esqueletos de millares de apestados insepultos presentaron a la sociedad desnuda, lo que propiciaba que fuera contemplada con ojos realistas y caricaturizada).
El Decamerón está compuesto por un total de cien cuentos y fue terminado por Boccaccio entre 1351 y 1353, y en él se desarrollan tres temas principales: el amor, la inteligencia humana, y la fortuna. La finalidad que Boccaccio da al Decamerón en su conclusión es la siguiente: «Si los sermones de los frailes están hoy día llenos de agudezas, de cuentos y de mofas para avergonzar a hombres de sus culpas, consideré que estos mismos no estarían mal en mis cuentos, escritos para ahuyentar la melancolía de las mujeres».
Las primeras copias estaban en manos de mercantes y sirvieron de pasatiempo para los lectores de la época.
Para engarzar las cien historias, Boccaccio estableció un marco de referencia narrativo. La obra comienza con una descripción de la peste bubónica (la epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348), lo que da motivo a que un grupo de diez jóvenes, siete mujeres y tres hombres que huyen de la plaga, se reúnan en la iglesia de Santa Isabel María Novella y decidan refugiarse en una villa alejada de la ciudad de Florencia. Allí permanecerán durante catorce días (aunque los viernes y sábados no los dedican a contar historias).
Para entretenerse, cada miembro del grupo cuenta una historia durante diez noches, lo que da nombre en griego al libro (δέκα déka 'diez' y ἡμέραι hēmérai 'días'). Además, cada uno de los diez personajes se nombra jefe del grupo cada uno de los diez días alternadamente. Cada día, a excepción del primero y noveno en que los cuentos son de tema libre, uno de los jóvenes es nombrado «rey» y decide el tema sobre el que versarán los cuentos. En total se cuentan cien cuentos, cuya extensión es variable.
La reina de la primera jornada es Pampinea, joven hermosa y sensata, feliz en amores. En este primer día hay libertad en el tema de los cuentos, y estos son de carácter tradicional (alguno de ellos de origen árabe) o anecdótico. Destaca el de Ciappelletto, en el que el protagonista muere engañando a todo el mundo con una confesión edificante que le gana fama de santo, lo que constituye una terrible burla solitaria.
Filomena es la reina de la segunda jornada, en la cual se narran historias de personajes que, a pesar de un destino adverso, consiguen realizar sus deseos. Son cuentos de peripecias extraordinarias, de largos viajes como el de Alatiel, hija del soldán de Babilonia, de navegaciones y corsarios; es notable por su macabro humorismo el de Andreuccio de Perugia.
Neifile, ingenuamente lasciva, es la reina de la tercera jornada, en la que se desarrollan cuentos sobre personas que logran una cosa largamente deseada o recuperan lo perdido, lo que hace que los narradores procuren emularse y su­perarse en el relato de historias escabrosas en las que el ingenio, el engaño y la mentira se ponen al servicio de la lujuria, como el jardinero Masseto, que fingiéndose mudo hace romper el voto de castidad a todas las monjas de un convento; o el palafrenero que logra sustituir a su rey frente a la reina; el del clérigo que envía a una lejana penitencia al marido de la mujer que le gusta; el del abad que hace creer a un villano que ha muerto y que pena en el purgatorio; o el de la joven y hermosa sarracena, Alibech, y el ermitaño de la Tebaida.
La cuarta jornada, en la que es rey Filóstrato, amante desesperado, se inicia con una autodefensa de Boccaccio. Seguramente, que el Decamerón ya tenía duras críticas y el autor se tiene que defender. Las anteriores novelas han sido tildadas de indecentes, de no corresponder a la realidad de los hechos y de que el autor se preocupa demasiado por complacer a las mujeres con vanidades y relatos frívolos. Boccaccio conmina a sus detractores a que muestren «los originales» de sus historias y recuerda que grandes poetas como Dante también escribieron versos para complacer a las mujeres. Esta jornada trata de aquellos cuyos amores tuvieron fin desdichado. Los cuentos ahora son anécdotas vivificadas con nombres históricos, como la hija de Tancredo de Salerno, el trovador catalán Guilhem de Cabestany (de quien se narra la leyenda del corazón comido), pero no faltan las situaciones novelescas y livianas, como el famoso e irreverente cuento del arcángel San Gabriel y el de la mujer del cirujano y el presunto cadáver de su amante.
Fiammetta, la perfecta enamorada, es la reina de la jornada quinta, que trata de casos de amor acabados felizmente, por lo general de trama complicada.
La sexta jornada de la que es reina Elisa, doncella que ama sin ser correspondida, versa sobre agudezas o frases ingeniosas que han salvado de peligros: anécdotas breves y tajantes, algunas de tema tradicional y otras tomadas de personajes famosos, como Guido Cavalcanti y el pintor Giotto. La jornada se cierra con la historia de fraile Cipolla (cebolla), sátira de los sermones grotescos y de la credulidad del pueblo.
La séptima, de la que es rey el despreocupado y gracioso Dioneo, versa sobre las burlas que las mujeres han hecho a sus maridos, y es un conjunto de trampas y argucias femeni­nas, de las que son víctimas maridos crédulos y estúpidos y que acaban con la escandalosa victoria de la sensualidad.
Lauretta es la reina de la jornada octava, cuyo tema son las burlas que a diario hace la mujer al hombre, o el hombre a la mujer o el hombre a otro hombre; son cuentos basados en la astucia y en hábiles engaños de que los listos hacen víctimas a los tontos y en que la inteli­gencia humana triunfa sobre la candidez, de la cual es representante Calandrino, personaje de varios cuentos del Decamerón.
La presuntuosa Emilia es la reina de la jornada novena, en la cual la elección de los temas de los cuentos es libre. Campea en ella la obscenidad, que llega a su mayor extremo en el cuento de Gianni di Barolo, y la burla anticlerical, en el de la abadesa; el ingenuo Calandrino, convencido por sus bribones amigos de que está a punto de dar a luz, da motivo a uno de los cuentos más divertidos del Decamerón.
La última jornada, de la que es rey el noble y reposado Pánfilo, propone temas serios y graves. Historias ejemplares, alusivas a señores y reyes históricos (Alfonso de España y Pedro de Aragón, por ejemplo), a las cruzadas y a la antigüedad, se exponen gravemente para cerrar­ el conjunto narrativo con la inverosímil historia de la paciente Griselda, ejemplo de fe conyugal, victoriosa en las más duras pruebas, único relato del Decamerón que gustó a Petrarca, el cual, en homenaje a su amigo Boccaccio, lo tradujo en una elegantísima prosa latina.
Estos diez jóvenes florentinos, elegantes, cultos y espirituales, alejados de la ciudad apestada, llena de muerte y miseria, se ríen del mundo de la sensualidad, de la bribonería, el engaño, la malicia, la hipocresía y la estupidez, pasiones de gente baja e ignorante, de vividores y de pícaros. Lo grotesco y lo vil de esta sociedad aparece ante nuestros ojos como una abigarrada comedia a la que Boccaccio ha querido dar una apariencia de verdad concreta envolviendo su auténtica verdad humana. De ahí que a todos los personajes se les den nombres y apellidos preci­sos, se puntualice su patria y su profesión, se les señalen notas marginales y se les haga viajar por ciudades determinadas y por lo común próximas y de todos conocidas.
Los asuntos de los cuentos de Boccaccio pueden derivar de distintas fuentes, como Las mil y una noches, los fabliaux o la obra de Apuleyo, pero esas tramas y narraciones co­nocidas se sitúan en una sociedad contemporánea e inmediata.
Los temas de los cuentos que componen el Decamerón son casi siempre profanos, a tono con la mentalidad burguesa que empezaba a fraguarse en Florencia: la inteligencia humana, la fortuna y el amor. Cada día también incluye una breve introducción y una conclusión, que describen otras actividades diarias del grupo, además del relato de historias. Estos interludios del cuento incluyen con frecuencia las transcripciones de canciones populares italianas en verso.
La importancia del Decamerón estriba en gran parte en su cuidada prosa, que estableció un modelo a imitar para los futuros escritores del Renacimiento, pero también en haber constituido el molde genérico de la futura novela cortesana, no solo en Italia a través de los novellieri (como Mateo BandelloGiraldi Cinthio), sino en toda Europa (como ejemplos en la literatura española podemos mencionar El Patrañuelo de Juan de Timoneda y las Novelas Ejemplares de Cervantes).
El Decamerón describe detalladamente los efectos físicos, psicológicos y sociales que la peste bubónica ejerció en esa parte de Europa. Los argumentos de las historias no son en gran parte invención de Boccaccio, sino que, como hemos mencionado, se basan en fuentes italianas, francesas o latinas. Algunas de las historias que contiene el Decamerón aparecen después en los Cuentos de Canterbury de Chaucer.
Se puede considerar el Decamerón como obra precursora del Renacimiento por la concepción profana del hombre, la ausencia de rasgos fantásticos o míticos, y la burla de los ideales medievales, lo que dota a la obra de un carácter claramente antropocéntrico y humanista. Los jóvenes que llevan adelante las diez jornadas instauran la idea del carpe diem. Puede apreciarse una paulatina desmitificación de la idea de la tierra como simple tránsito hacia la vida eterna.
Los personajes de Boccaccio son seres comunes, desprovistos de cualquier valor noble, caballeresco o cortés, propio de una sociedad feudal; destacan los ladrones, embusteros y adúlteros, y se enaltece su astucia, que les permite salir airosos de las situaciones descritas, a diferencia de la antigua concepción medieval, donde el protagonista o héroe de la historia poseía facultades inherentes como la belleza o la fuerza, y asociadas siempre a la nobleza y la divinidad. Finalmente, el fuerte sentido anticlerical de las historias de Boccaccio le aleja de la concepción teocéntrica medieval.
En esta obra el dios del amor, Eros, rige el mundo. Tanto el hombre como la mujer, son criaturas destinadas al amor, que se entiende de una manera sensual y que, por consiguiente, debe ser experimentado corporalmente.
El Decamerón se escribió cuando la Edad Media llegaba a su fin. Y mientras la peste arrasaba, en la obra de Boccaccio florece un mundo de historias vitales y de sobrecargada sensualidad.
Todas las historias eróticas de Bocaccio se corresponden con la imagen medieval de la mujer, proclive a caer en las tentaciones de la carne. Se la considera como a una hija de la seductora Eva, muy difícil de saciar. Se repite la idea de que si el marido no satisface a la mujer, esta se procurará el placer por otros caminos (ya en el Proemio, el autor señala a quién se dirige especialmente su obra: a las mujeres enamoradas).
El Decamerón pasa de modo decidido de la nouvelle al libro extenso escrito en lengua italiana. Es la primera obra en prosa escrita en este idioma romance. En la frase de Boccaccio los incisos van cabalmente colocados, las palabras dispuestas de acuerdo con una calculada armonía de acentos, el hipérbaton llega hasta donde permite la flexibilidad de la lengua moderna y los verbos suelen ocupar el último lugar. Boccaccio es capaz de escribir vulgaridades y lugares comunes cuya vaciedad queda disimulada por el estilo y cuya lectura agrada. Es la gran creación de la prosa de Boccaccio, una forma de expresión que convierte al discurso en una sucesión encadenada de cuadros acabados. En el Decamerón, libro destinado a provocar la risa, lo único serio es el estilo, trabajado con sumo cuidado y surgido de una mente ordenada y equilibrada, sensible a la belleza verbal y a la musicalidad de la frase. El mérito de Boccaccio es haber dignificado una materia vulgar con un sutil estilo de prosa.
La iglesia católica, a través de la Inquisición, prohibió este libro. A pesar de esta inclusión en la nómina del Index librorum prohibitorum, la de Bocaccio constituyó una de las lecturas preferidas por los clérigos.
Formalmente, El Decamerón se encuentra estructurado de la siguiente manera: una introducción que hace de la peste el marco general del texto y diez jornadas. Estas últimas podrían sintetizarse bajo los rótulos que se detallan a continuación:
Jornada I - Ciappelletto (Judas)- Vicios;
Jornada II Y III - Fortuna y mercantilización;
Jornada IV - Cuentos de amor con final trágico;
Jornada V - Cuentos de amor con final feliz;
Jornada VI, VII Y VIII - Ingenio;
Jornada IX - Microcosmos;
Jornada X - Griselda (María).
Debemos recordar en este punto la importancia de esa estructura de los relatos dentro de un marco narrativo que los enlaza. A este respecto, la obra de Boccaccio puede relacionarse con El Conde Lucanor de don Juan Manuel y con los Cuentos de Canterbury de Chaucer. En el caso del conde Lucanor, un ayo contesta a las preguntas de un joven noble con ejemplos. El libro de Chaucer acoge la estructura del viaje, ya que para divertirse durante una peregrinación, los personajes irán contando relatos.
El especialista en literatura medieval Vittore Branca considera que la obra de Boccaccio tiene una estructura gótica. Según esta, los cuentos se emplazan bajo una dinámica ascensorial donde San Chiappelletto condensa los vicios (Jornada I) y Griselda la máxima pureza (Jornada X) en lo que se evidencia una imagen de depuración a medida que avanza la obra. También se refiere al carácter bifronte del Decamerón destacando lo cómico frente a lo trágico, lo vulgar en oposición a lo cortés y lo vicioso frente a lo heroico del texto. También esta dualidad es evidente en los personajes citados (Ciappelletto-Griselda), que podrían interpretarse bajo la antítesis Judas-María.
Por otra parte, las circunstancias descritas en el Decamerón son susceptibles de una interpretación alegórica influida por la numerología medieval. Por ejemplo, se cree que las siete jóvenes mujeres representan las cuatro Virtudes cardinales y las tres Virtudes teológicas (Prudencia, Justicia, Templanza, y Fortaleza; Fe, Esperanza, y Caridad), y se supone que los tres hombres representan la división tripartita griega tradicional del alma (Razón, Apetito Irascible y Apetito Concupiscible). El mismo Boccaccio indica que los nombres que dio a los personajes son seudónimos «elegidos apropiadamente de acuerdo a las cualidades de cada uno». Los nombres italianos de las siete mujeres, en el mismo orden significativo según el texto original son: Pampinea, Fiammetta, Filomena, Emilia, Laureta, Neifile, y Elissa. Los nombres de los varones son: Pánfilo, Filostrato, y Dioneo.
Para concluir debemos recordar que, fundamentalmente, el Decamerón es una obra alegre y se ha escrito para provocar la risa en las personas inteligentes. Boccaccio no adopta una actitud moral frente a la vileza de sus personajes. El autor pretende suscitar la risa, y para ello busca lo cómico y lo ridículo en la ignorancia y en la maldad, y lo hace con completa conciencia artística.



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