Giovanni Boccaccio (1313-1375) es,
junto a Dante y Petrarca, uno de los autores más representativos de la
literatura italiana. Pertenece al movimiento del humanismo. Aunque compuso
varias obras en latín, es recordado sobre todo por ser el autor del Decamerón. En 1348 se encontraba en
Florencia, por lo que fue testigo de la epidemia de peste negra que sufrió la
ciudad (recordemos que esta terrible epidemia diezmó la población de Europa y constituyó
una verdadera sacudida espiritual, ya que la miseria humana se hizo clara y
patente y los esqueletos de millares de apestados insepultos presentaron a la
sociedad desnuda, lo que propiciaba que fuera contemplada con ojos realistas y caricaturizada).
El Decamerón está compuesto por un total
de cien cuentos y
fue terminado por Boccaccio entre 1351 y 1353, y en él se
desarrollan tres temas principales: el amor, la inteligencia humana, y la
fortuna. La finalidad que Boccaccio da al Decamerón
en su conclusión es la siguiente: «Si los
sermones de los frailes están hoy día llenos de agudezas, de cuentos y de mofas
para avergonzar a hombres de sus culpas, consideré que estos mismos no estarían
mal en mis cuentos, escritos para ahuyentar la melancolía de las mujeres».
Las primeras copias
estaban en manos de mercantes y sirvieron de pasatiempo para los lectores de la
época.
Para engarzar
las cien historias, Boccaccio estableció un marco de referencia narrativo. La
obra comienza con una descripción de la peste
bubónica (la epidemia de peste negra que
golpeó a Florencia en 1348), lo que da motivo a
que un grupo de diez jóvenes, siete mujeres y tres hombres que huyen de la
plaga, se reúnan en la iglesia de Santa Isabel María Novella y decidan refugiarse
en una villa alejada de la ciudad de Florencia.
Allí permanecerán durante catorce días (aunque los viernes y sábados no los
dedican a contar historias).
Para entretenerse,
cada miembro del grupo cuenta una historia durante diez noches, lo que da
nombre en griego al libro (δέκα déka 'diez'
y ἡμέραι hēmérai 'días'). Además, cada uno de los diez personajes se
nombra jefe del grupo cada uno de los diez días alternadamente. Cada día, a
excepción del primero y noveno en que los cuentos son de tema libre, uno de los
jóvenes es nombrado «rey» y decide
el tema sobre el que versarán los cuentos. En total se cuentan cien cuentos,
cuya extensión es variable.
La reina de
la primera jornada es Pampinea,
joven hermosa y sensata, feliz en amores. En este primer día hay libertad en el
tema de los cuentos, y estos son de carácter tradicional (alguno de ellos de
origen árabe) o anecdótico. Destaca el de Ciappelletto, en el que el
protagonista muere engañando a todo el mundo con una confesión edificante que
le gana fama de santo, lo que constituye una terrible burla solitaria.
Filomena es la reina de la segunda
jornada, en la cual se narran historias de personajes que, a pesar de un
destino adverso, consiguen realizar sus deseos. Son cuentos de peripecias
extraordinarias, de largos viajes como el de Alatiel, hija del soldán de
Babilonia, de navegaciones y corsarios; es notable por su macabro humorismo el
de Andreuccio de Perugia.
Neifile, ingenuamente lasciva, es la
reina de la tercera jornada, en la que se desarrollan cuentos sobre personas
que logran una cosa largamente deseada o recuperan lo perdido, lo que hace que
los narradores procuren emularse y superarse en el relato de historias
escabrosas en las que el ingenio, el engaño y la mentira se ponen al servicio
de la lujuria, como el jardinero Masseto, que fingiéndose mudo hace romper el
voto de castidad a todas las monjas de un convento; o el palafrenero que logra
sustituir a su rey frente a la reina; el del clérigo que envía a una lejana
penitencia al marido de la mujer que le gusta; el del abad que hace creer a un
villano que ha muerto y que pena en el purgatorio; o el de la joven y hermosa
sarracena, Alibech, y el ermitaño de la Tebaida.
La cuarta
jornada, en la que es rey Filóstrato,
amante desesperado, se inicia con una autodefensa de Boccaccio. Seguramente,
que el Decamerón ya tenía duras críticas y el autor se tiene que defender.
Las anteriores novelas han sido tildadas de indecentes, de no corresponder a la
realidad de los hechos y de que el autor se preocupa demasiado por complacer a
las mujeres con vanidades y relatos frívolos. Boccaccio conmina a sus
detractores a que muestren «los originales» de sus historias y recuerda que
grandes poetas como Dante también escribieron versos para complacer a las
mujeres. Esta jornada trata de aquellos cuyos amores tuvieron fin desdichado. Los
cuentos ahora son anécdotas vivificadas con nombres históricos, como la hija de
Tancredo de Salerno, el trovador catalán Guilhem de Cabestany (de quien se
narra la leyenda del corazón comido), pero no faltan las situaciones novelescas
y livianas, como el famoso e irreverente cuento del arcángel San Gabriel y el
de la mujer del cirujano y el presunto cadáver de su amante.
Fiammetta, la perfecta enamorada, es la
reina de la jornada quinta, que trata de casos de amor acabados
felizmente, por lo general de trama complicada.
La sexta
jornada de la que es reina Elisa,
doncella que ama sin ser correspondida, versa sobre agudezas o frases
ingeniosas que han salvado de peligros: anécdotas breves y tajantes, algunas de
tema tradicional y otras tomadas de personajes famosos, como Guido Cavalcanti y
el pintor Giotto. La jornada se cierra con la historia de fraile Cipolla
(cebolla), sátira de los sermones grotescos y de la credulidad del pueblo.
La séptima, de
la que es rey el despreocupado y gracioso Dioneo,
versa sobre las burlas que las mujeres han hecho a sus maridos, y es un
conjunto de trampas y argucias femeninas, de las que son víctimas maridos
crédulos y estúpidos y que acaban con la escandalosa victoria de la
sensualidad.
Lauretta es la reina de la jornada
octava, cuyo tema son las burlas que a diario hace la mujer al hombre, o el
hombre a la mujer o el hombre a otro hombre; son cuentos basados en la astucia
y en hábiles engaños de que los listos hacen víctimas a los tontos y en que la
inteligencia humana triunfa sobre la candidez, de la cual es representante
Calandrino, personaje de varios cuentos del Decamerón.
La presuntuosa
Emilia es la reina de la jornada
novena, en la cual la elección de los temas de los cuentos es libre. Campea en
ella la obscenidad, que llega a su mayor extremo en el cuento de Gianni di
Barolo, y la burla anticlerical, en el de la abadesa; el ingenuo Calandrino,
convencido por sus bribones amigos de que está a punto de dar a luz, da motivo
a uno de los cuentos más divertidos del Decamerón.
La última
jornada, de la que es rey el noble y reposado Pánfilo, propone temas serios y graves. Historias ejemplares,
alusivas a señores y reyes históricos (Alfonso de España y Pedro de
Aragón, por ejemplo), a las cruzadas y a la antigüedad, se exponen gravemente
para cerrar el conjunto narrativo con la inverosímil historia de la paciente
Griselda, ejemplo de fe conyugal, victoriosa en las más duras pruebas, único
relato del Decamerón que
gustó a Petrarca, el cual, en homenaje a su amigo Boccaccio, lo tradujo en una
elegantísima prosa latina.
Estos diez
jóvenes florentinos, elegantes, cultos y espirituales, alejados de la ciudad
apestada, llena de muerte y miseria, se ríen del mundo de la sensualidad, de la
bribonería, el engaño, la malicia, la hipocresía y la estupidez, pasiones de
gente baja e ignorante, de vividores y de pícaros. Lo grotesco y lo vil de esta
sociedad aparece ante nuestros ojos como una abigarrada comedia a la que
Boccaccio ha querido dar una apariencia de verdad concreta envolviendo su
auténtica verdad humana. De ahí que a todos los personajes se les den nombres y
apellidos precisos, se puntualice su patria y su profesión, se les señalen
notas marginales y se les haga viajar por ciudades determinadas y por lo común
próximas y de todos conocidas.
Los asuntos de los cuentos de Boccaccio
pueden derivar de distintas fuentes, como Las
mil y una noches, los fabliaux o
la obra de Apuleyo, pero esas tramas y narraciones conocidas se sitúan en una
sociedad contemporánea e inmediata.
Los temas de
los cuentos que componen el Decamerón
son casi siempre profanos, a tono con la mentalidad burguesa que empezaba a
fraguarse en Florencia: la inteligencia humana, la fortuna y el amor. Cada día
también incluye una breve introducción y una conclusión, que describen otras
actividades diarias del grupo, además del relato de historias. Estos
interludios del cuento incluyen con frecuencia las transcripciones de canciones
populares italianas en verso.
La importancia
del Decamerón estriba en gran parte en su cuidada prosa, que estableció un
modelo a imitar para los futuros escritores del Renacimiento,
pero también en haber constituido el molde genérico de la futura novela
cortesana, no solo en Italia a través de los novellieri (como Mateo
Bandello o Giraldi Cinthio), sino en toda Europa (como
ejemplos en la literatura española podemos mencionar El Patrañuelo de Juan de
Timoneda y las Novelas
Ejemplares de Cervantes).
El Decamerón describe detalladamente
los efectos físicos, psicológicos y sociales que la peste bubónica ejerció en
esa parte de Europa.
Los argumentos de las historias no son en gran parte invención de Boccaccio,
sino que, como hemos mencionado, se basan en fuentes italianas, francesas o
latinas. Algunas de las historias que contiene el Decamerón aparecen después en los Cuentos de Canterbury de Chaucer.
Se puede
considerar el Decamerón como
obra precursora del Renacimiento por la concepción profana del
hombre, la ausencia de rasgos fantásticos o míticos, y la burla de los ideales
medievales, lo que dota a la obra de un carácter claramente antropocéntrico
y humanista.
Los jóvenes que llevan adelante las diez jornadas instauran la idea del carpe diem. Puede apreciarse una
paulatina desmitificación de la idea de la tierra como simple tránsito hacia la
vida eterna.
Los personajes
de Boccaccio son seres comunes, desprovistos de cualquier valor noble,
caballeresco o cortés, propio de una sociedad feudal; destacan los ladrones,
embusteros y adúlteros, y se enaltece su astucia, que les permite salir airosos
de las situaciones descritas, a diferencia de la antigua concepción medieval,
donde el protagonista o héroe de la historia poseía facultades inherentes como
la belleza o la fuerza, y asociadas siempre a la nobleza y la divinidad.
Finalmente, el fuerte sentido anticlerical de las historias de Boccaccio le
aleja de la concepción teocéntrica medieval.
En esta obra
el dios del amor, Eros,
rige el mundo. Tanto el hombre como la mujer, son criaturas destinadas al amor, que se entiende de
una manera sensual y que, por consiguiente, debe ser experimentado
corporalmente.
El Decamerón se escribió cuando la Edad
Media llegaba a su fin. Y mientras la peste arrasaba, en la obra de Boccaccio
florece un mundo de historias vitales y de sobrecargada sensualidad.
Todas las
historias eróticas de Bocaccio se corresponden con la imagen medieval de la
mujer, proclive a caer en las tentaciones de la carne. Se la considera como a
una hija de la seductora Eva, muy difícil de saciar. Se repite la idea de que
si el marido no satisface a la mujer, esta se procurará el placer por otros
caminos (ya en el Proemio, el autor
señala a quién se dirige especialmente su obra: a las mujeres enamoradas).
El Decamerón pasa de modo decidido de
la nouvelle al
libro extenso escrito en lengua italiana. Es la primera obra en prosa escrita
en este idioma romance. En la frase de Boccaccio los incisos
van cabalmente colocados, las palabras dispuestas de acuerdo con una calculada
armonía de acentos, el hipérbaton llega hasta donde permite la flexibilidad de
la lengua moderna y los verbos suelen ocupar el último lugar. Boccaccio es
capaz de escribir vulgaridades y lugares comunes cuya vaciedad queda disimulada
por el estilo y cuya lectura agrada. Es la gran creación de la prosa de
Boccaccio, una forma de expresión que convierte al discurso en una sucesión
encadenada de cuadros acabados. En el Decamerón,
libro destinado a provocar la risa, lo único serio es el estilo, trabajado con sumo
cuidado y surgido de una mente ordenada y equilibrada, sensible a la belleza
verbal y a la musicalidad de la frase. El mérito de Boccaccio es haber
dignificado una materia vulgar con un sutil estilo de prosa.
La iglesia
católica, a través de la Inquisición,
prohibió este libro. A pesar de esta inclusión en la nómina del Index librorum prohibitorum, la de
Bocaccio constituyó una de las lecturas preferidas por los clérigos.
Formalmente,
El Decamerón se encuentra
estructurado de la siguiente manera: una introducción que hace de la peste el
marco general del texto y diez jornadas. Estas últimas podrían sintetizarse
bajo los rótulos que se detallan a continuación:
Jornada I -
Ciappelletto (Judas)- Vicios;
Jornada II Y
III - Fortuna y mercantilización;
Jornada IV -
Cuentos de amor con final trágico;
Jornada V -
Cuentos de amor con final feliz;
Jornada VI,
VII Y VIII - Ingenio;
Jornada IX -
Microcosmos;
Jornada X -
Griselda (María).
Debemos recordar
en este punto la importancia de esa estructura de los relatos dentro de un
marco narrativo que los enlaza. A este respecto, la obra de Boccaccio puede
relacionarse con El Conde Lucanor de
don Juan Manuel y con los Cuentos de
Canterbury de Chaucer. En el caso del conde Lucanor, un ayo contesta a las
preguntas de un joven noble con ejemplos. El libro de Chaucer acoge la
estructura del viaje, ya que para divertirse durante una peregrinación, los
personajes irán contando relatos.
El
especialista en literatura medieval Vittore Branca considera que la obra de
Boccaccio tiene una estructura gótica. Según esta, los cuentos se emplazan
bajo una dinámica ascensorial donde San Chiappelletto condensa los vicios
(Jornada I) y Griselda la máxima pureza (Jornada X) en lo que se evidencia una
imagen de depuración a medida que avanza la obra. También se refiere
al carácter bifronte del Decamerón destacando
lo cómico frente a lo trágico, lo vulgar en oposición a lo cortés y lo vicioso
frente a lo heroico del texto. También esta dualidad es evidente en los
personajes citados (Ciappelletto-Griselda), que podrían interpretarse bajo la
antítesis Judas-María.
Por otra
parte, las circunstancias descritas en el Decamerón son susceptibles de una interpretación alegórica
influida por la numerología medieval. Por ejemplo, se cree
que las siete jóvenes mujeres representan las cuatro Virtudes cardinales
y las tres Virtudes teológicas (Prudencia, Justicia, Templanza, y Fortaleza;
Fe, Esperanza, y Caridad), y se supone que los tres hombres representan la
división tripartita griega tradicional del alma (Razón, Apetito Irascible y
Apetito Concupiscible). El mismo Boccaccio indica que los nombres que dio a los
personajes son seudónimos «elegidos
apropiadamente de acuerdo a las cualidades de cada uno». Los nombres
italianos de las siete mujeres, en el mismo orden significativo según el texto
original son: Pampinea, Fiammetta, Filomena, Emilia, Laureta, Neifile,
y Elissa. Los nombres de los varones son: Pánfilo, Filostrato,
y Dioneo.
Para concluir
debemos recordar que, fundamentalmente, el Decamerón
es una obra alegre y se ha escrito para provocar la risa en las personas
inteligentes. Boccaccio no adopta una actitud moral frente a la vileza de sus
personajes. El autor pretende suscitar la risa, y para ello busca lo cómico y
lo ridículo en la ignorancia y en la maldad, y lo hace con completa conciencia
artística.
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