En 1995 el Instituto Nobel llevó
a cabo una encuesta entre cien escritores de 54 países para seleccionar los
cien mejores libros de la Historia. El primer puesto lo ocupó Don Quijote de
la Mancha, y el segundo, Madame Bovary del francés Gustav Flaubert
(Ruán, 1821-Croisset, 1880), el “buscador de la palabra justa”, pues se observa
que corregía y pulía sus escritos de forma que sus manuscritos parecen campos
de batalla. Tenía una gran capacidad de autocrítica y aceptaba los consejos de
su círculo íntimo, como en el caso de su novela Salambó. Cuando la leyó
a sus fieles, estos condenaron su lirismo, su intento de escribir un poema
épico en prosa y Flaubert la rehizo por completo.
En 1851 Flaubert viajó por
Grecia, Italia, Alemania y Bélgica y comenzó a escribir Madame Bovary,
en la que trabajó hasta 1855. Madame Bovary se publicó entre octubre y
diciembre de 1856 en seis entregas en La Revue de París. En 1857 fue
procesado por ofensa a la moral y tras ser absuelto la novela fue publicada con
gran éxito. En 1864 tuvo el “honor” de ser incluída en el Index
Librorum Prohibitorum et Expurgatorum (Índice de libros prohibidos), un catálogo
de libros perniciosos para los creyentes creado en 1559 por la Inquisición y
suspendido en 1966. En él podemos hallar obras como la Vida de Teresa de
Jesús, escrita por ella misma, los libros filosóficos de Descartes o Alemania.
Un cuento de invierno de Heine y autores como Erasmo de Rotterdam, Balzac o
Giordano Bruno, defensor de las ideas copernicanas, quien el 17 de febrero
de 1600, con motivo del Jubileo, fue quemado en la hoguera en el Campo de Fiori
de Roma por hereje. Aunque con notable retraso, en el Jubileo del año 2000 el
Papa Juan Pablo II levantó la condena y pidió perdón.
El argumento
de la obra es muy conocido. Charles Bovary, modesto médico de pueblo, se ha
casado con Emma, hija de un agricultor acomodado, educada como una señorita de
convento, con la cabeza llena de lecturas y sueños románticos. El enamorado
marido y la sencillez de su vida no satisfacen a su mujer, a quien no llena ni
siquiera el nacimiento de su hija Berta. Un pasante de notario, León, despierta
su interés; al principio, ella se resiste, pero al marcharse del pueblo le deja
cierta inquietud. Esta última circunstancia es aprovechada por un seductor de
provincias, Rodolphe, quien la
conquistará fácilmente. Con él se inicia en el amor tan ansiado, haciéndole
creer que se ha realizado su sueño. Piensa en escaparse con su amante, pero
este, asustado, la abandona en el último momento. Emma cae en una enfermedad
nerviosa hasta el borde de la muerte; una vez repuesta pasa por una crisis de
misticismo. Volverá a encontrarse con León (ahora más atrevido), y se entregará
a él de forma ruinosa. Esta aventura será sensual en extremo, pero fundamentada
en continuas mentiras. Abocada en el lujo, va endeudándose cada vez más a
espaldas de su marido, por los préstamos de un usurero sin escrúpulos.
Desesperada, acude a León y a Rodolphe, para finalmente precipitarse en el
suicidio con la ingesta de arsénico. Enterado Charles de sus desmanes, la
perdona, ya que la ama a pesar de todo. Charles fallece al año. La hija queda
huérfana, y es acogida por una tía para ser empleada como hilandera: “Como la tía es pobre, la manda, para que se gane la vida, a trabajar
en una hilatura de algodón”, lo que supone un terrible castigo por los pecados de la madre.
La obra está
estructurada en tres partes, de nueve, quince y once capítulos.
Dos son los
temas principales que aparecen en la obra: la infidelidad de Emma, que
no encuentra en su matrimonio lo que busca, y el remordimiento, la culpa y la
frustración que siente por ser infiel a su esposo; y la ambición de poder y
fama, ya que en la novela
existen muchos personajes que sueñan y tienen como objetivo convertirse en alguien
importante y con mucho dinero. Esta clase de personas, que pertenecen a la
burguesía de la época, luchan incansablemente por este anhelo. Es tal su
obsesión que no les importan las consecuencias y daños que puedan producir para
conseguir ese objetivo, cometiendo así actos de gran frialdad.
Uno de los personajes que reencarna esta
ambición es Emma, quien desea que Charles se haga un médico famoso no porque lo
ame, sino porque ella quiere ser reconocida en toda Francia. Para ello ella
utiliza a Hyppolyte, sin importarle lo que pueda pasarle. Al morirse el padre
de Charles, Emma no se interesa por la triste situación, solo le preocupa la
herencia que pueda dejar a Charles. Anhela una vida junto a las personas más
relevantes y famosas de Francia, lo que queda demostrado al maravillarse con
las personas que acuden al castillo de Vaubyessard. Por último, la causa de su
muerte es la consecuencia de estar en una situación económica muy delicada. Al
ver que no encuentra una solución para evitar un juicio por endeudamiento, Emma
termina por quitarse la vida, evidenciando así que su vida giraba en torno a
ser rica e importante. Lleureux, el comerciante, también retrata a la ambición
por el poder lucrativo. En su afán de obtener dinero, ofrece productos para
venderlos de cualquier manera. Sus clientes se endeudan cada vez más con él,
teniendo que pagarle intereses.
Madame
Bovary es un vehículo
para expresar el desprecio que sentía Flaubert por su época, en la que
observaba una trivialización general de la vida en Francia.
Respecto al estilo y lenguaje de la obra, excepto el principio que está escrito
en primera persona
por un alumno de una escuela
que describe la llegada de un nuevo alumno a clase,
el resto está escrito en tercera persona. El narrador es omnisciente, lo que es característico de la novela realista.
Flaubert era un maestro de la perfección
descriptiva. El lenguaje cumple un papel vertebrador en esta novela.
Flaubert trabajaba con las palabras como un afanado escultor, enmendaba,
enriquecía y expandía incesantemente lo escrito hasta asegurarse de haber
logrado el efecto esperado. El lenguaje define y construye a cada personaje. El
estilo que predomina en Madame Bovary
es el indirecto. El narrador se caracteriza por hacer largas y
minuciosas descripciones de los ambientes en donde transcurren los hechos y
de los sentimientos y acciones de los personajes. Existe también un tipo de
lenguaje para cada estrato social
en la novela. Hay grandes diferencias en el vocabulario empleado por la gente
del pueblo (Posadera, Justin, Félicité) y el lenguaje de la burguesía. Por otra
parte, el narrador utiliza la técnica del flash back para recuerdos de
épocas felices de los personajes, de manera que sirve para mostrar el anhelo de
volver a ella porque su existencia en el momento actual es desdichada.
Madame Bovary es una de las mayores
creaciones de la literatura moderna, convertida pronto en personaje recurrente.
Es la historia de una pobre adúltera provinciana, que se ve arrastrada al suicidio,
pero esta idea se amplifica y se prolonga hasta convertirse en la historia del
alma humana afanada tras un ideal soñado, al que la realidad no puede
equipararse nunca. Como Don Quijote, Emma Bovary, exaltada por las lecturas de
novelas románticas, quiere vivir su sueño, pero no consigue superar la pobre
realidad cotidiana, y todos los intentos por realizar su ideal solo llegan al
adulterio, con sus consecuencias inevitablemente vulgares. Su fracaso aparece
bajo la mirada de quien, aun condenando el mal, siente su belleza. “Madame
Bovary soy yo”, declaraba Flaubert. Para muchos representa los inicios de
los intentos de la mujer en su emancipación en el siglo XIX. No será una nueva
Juana de Arco, el modelo ideal de una heroína épica, sino que su perfil resquebrajado
y volátil le hace sucumbir en su propia destrucción, como en una tragedia
clásica. Sin embargo ahora no es el destino insondable el que actúa, sino que
son los pequeños aconteceres diarios con su monótona sordidez los que
contribuyen a su perdición. El tema del adulterio
es bastante antiguo y pertenece al anecdotario de la tradición semita,
presente en la Biblia y otros libros sagrados como una trasgresión moral (David es
amante de Betsabé, la esposa de Urías; la mujer adúltera era lapidada; el islam
aún hoy lo penaliza), o como refleja el teatro del Siglo de Oro, en la figura
de santa Teodora, se ve como un pecado
capital (por ejemplo, en la comedia de Moreto La adúltera penitente).
Frente a ello, en la nueva moral de la Ilustración, aparecerá ensalzado en Las amistades
peligrosas (1782) de Laclos, o idealizado en Rojo y negro de Stendhal.
Madame de La Fayette también escribió sobre el tema en la que es considerada
por algunos críticos la primera novela francesa moderna (La princesa de
Cleves). Pero el planteamiento desde la segunda mitad del siglo XIX es
diferente: Madame Bovary de Flaubert no trata de mostrar el caso
ejemplar de la mujer pecadora y/o arrepentida, sino cómo la mujer casada padece
el desencanto vital en un ambiente que no la satisface.
Partiendo de esta figura, Julio Gautier creó
la teoría del “bovarysmo”, la tendencia y la actitud de concebirse y
concebir las cosas de un modo distinto de como son en realidad. Este es el
instinto profundo del progreso, pero en seres sin personalidad enérgica y con
débil cultura puede conducir a la mísera tragedia de Emma. Para otros, el “bovarismo”
es una forma especial de quijotismo, ya que ambos, Don Quijote y Emma, nacen
del afán de gloria, de la necesidad de ser protagonistas de hechos importantes,
lejos de la vulgar existencia cotidiana. Lo que los diferencia es que el caballero
persigue un ideal colectivo, virtuoso y noble, con un final feliz, mientras que
Emma vive obsesionada por su propia felicidad, centrada en la falsa gloria del
adulterio con un horrible desenlace.
Con todos los
significados con los que partía, así como con todos los que se le han añadido
después, el personaje de Madame Bovary sigue vivo y rebosante de verdad y de
dolor. Es la mujer de su tiempo, aún romántico: una pequeña heroína al tipo de George
Sand (parecidas más por su vida que por su obra, ya que tuvo varios amantes
haciendo gala de independencia y de un nuevo concepto de la mujer, lejos de la
figura tradicional de esposa y de madre), con el encanto del estilo y la
desolada catástrofe que supo narrar Flaubert. Y, sin embargo, aunque Madame
Bovary es una mujer de su época, sus inquietudes y ansiedades se corresponden
con los anhelos inconfesables del ser insatisfecho de todos los tiempos. “Mi pobre Madame. Bovary sufre y llora en
este mismo momento en veinte ciudades de Francia”, decía su autor. El
subtítulo de la novela (Costumbres
provincianas) hizo creer a algunos que la crítica era realmente contra
un lugar concreto, cuando la intención era más amplia: contra la vulgaridad y
la mediocridad burguesas, cuya mezquindad pone en evidencia el autor en el
personaje del boticario, Homais.
Tal vez el
personaje de Emma como tipo existiera antes de Flaubert, pero fue él quien hizo
de ella una figura profunda y relevante de la femineidad más común. Por ello
volverá a aparecer en tantas otras mujeres de ficción, para mostrar su eterna
verdad y las insondables carencias de su tragedia corriente. La historia de
Emma es universal porque es real. Flaubert trata un tema de todos los tiempos:
el triste destino del ser que cree liberarse de la humana miseria tomando su
sueño por una realidad.
Si nos
situamos en el terreno de la literatura relacionada con el mito de
Madame Bovary, debemos recordar una vez más que se ha comparado Madame Bovary con Don Quijote. Emma Bovary idealiza el amor y don Quijote idealiza la
vida. También en las dos novelas hay dos personajes antagonistas: el
farmacéutico Hosmais y Sancho Panza. Pero la primera huella literaria de la
obra de Flaubert fue de Dostoievski, quien se inspiró en Madame Bovary para su Eterno
marido (1870), donde el escritor ruso trata del adulterio descubierto por
el marido después de morir la mujer, con las consecuencias que ese
descubrimiento lleva consigo. Comparten ambas obras la idea de que al adulterio
le sigue la expiación. La diferencia está en que el enfoque de Dostoievsky se
desplaza hacia los efectos del adulterio y no se recrea en él, como hace
Flaubert.
Más importante es la novela Ana Karenina (1877)
del ruso León Tolstoi. Ana Karenina pierde la felicidad aparente de su
hogar al conocer al joven Vronski. Ahora se ofrece una perspectiva moral, ya
que Tolstoi nos ofrece el destino trágico de la joven aristócrata, casada con
un hombre mayor que ella y cómo va derrumbándose. Ni los hijos consiguen llenar
el vacío de su existencia insatisfecha. Enamorada profundamente del joven
militar y tras su abandono, al no poder mantener la relación en una sociedad
encorsetada y tradicional, pone fin a su vida arrojándose a las vías del tren.
El primo Basilio del portugués Eça de
Queirós (1878) es otra novela realista que aborda el tema del adulterio
cometido por una joven, Luisa, casada con un arquitecto que no la ama. Pasa la
mayor parte del tiempo sola y hastiada de su existencia provinciana, así que
establece relaciones con su primo Basilio. El asunto cae en conocimiento de
Juliana, criada que se aprovecha de la situación mediante el chantaje
doméstico. El marido se entera de su infidelidad, por lo que ella enferma y cae
en un estado lamentable, sin posible recuperación. Esta novela representa la
vida falsa e inmoral de la burguesía lisboeta de su época.
La segunda gran interpretación del
personaje la tenemos en La Regenta de Clarín (1884). La protagonista de
la novela, Ana Ozores, comparte con Emma las circunstancias vitales (es joven, está
casada con un marido que no la satisface, vive en un ambiente provinciano,…), también
el sentimiento de continua insatisfacción y el adulterio. Clarín leyó la obra
de Flaubert y supo recrear su propio mundo novelesco en torno a la mujer del
Regente, la ciudad de Vetusta y el Magistral Fermín de Pas. En ambas hay
influencia de su infancia, de su educación y de sus lecturas. Como Emma, Ana
pasa su niñez en un convento, con un padre extravagante, una gobernanta amoral
y unas tías viejas. Pero el personaje de Ana Ozores resulta más complejo,
variado y con una
mayor riqueza de matices que el de Emma. La vulgaridad y el hastío de la vida
de pueblo aparecen en las dos novelas. Clarín quiso ir más allá que Flaubert,
pues era consciente del valor sociológico de la historia.
“La adúltera” del alemán Theodor
Fontane (1882) completa el cuadro de los tipos que el realismo consagró en
torno al personaje de la mujer infiel. El título proviene de un cuadro de
Tintoretto (Cristo y la mujer adúltera).
Ambientada, como la mayor parte de la obra de
Fontane, en el Berlín de la segunda mitad del siglo XIX, La adúltera es una de las grandes “novelas de mujeres” de su autor.
Melanie de Caproux, descendiente de una familia de la nobleza suiza, está en
apariencia felizmente casada con el acaudalado consejero comercial Van der
Straaten, muchos años mayor que ella. Cuando en su vida aparece el joven
Ebenezer Rubehn, Melanie no puede evitar comparar los refinados modales y la
cultura de este con los de su rudo marido. Lentamente, su creciente inclinación
hacia Rubehn la empuja al divorcio, que en aquella época traía aparejado el
rechazo de la sociedad y de los propios hijos. A partir de esta historia,
Fontane traza el retrato de una mujer que es capaz de descubrir en su cómoda y
convencional existencia burguesa una gran trampa vital y que se decide a dar el
paso que la alejará de esa sociedad “para rehacerse a sí misma” y desprenderse
así del “sentimiento mezquino que va asociado a toda mentira”.
Podemos mencionar también la obra de
teatro que José Martí escribió durante su primer destierro de Cuba en España,
entre 1871 y 1875. Se titulaba Adúltera y
en ella el autor cubano retrataba a la especie humana a través de personajes alegóricos.
En las novelas
decimonónicas, el adulterio es en general producto de una sociedad que
alienta unas aspiraciones difícilmente plenas; las vanas ilusiones de la
burguesía chocan con el pobre ambiente provinciano. La mujer que busca su
liberación se comporta como un caso
anómalo. Posteriormente, estas obras analizan el caso de la mujer adúltera en
una sociedad hipócrita que consiente las relaciones fuera del matrimonio
siempre que permanezcan ocultas.
Ya en el siglo
XX, D.H.Lawrence escribe su novela El
amante de lady Chatterley (1928). La obra causó escándalo y fue prohibida,
debido a las escenas donde se describen relaciones sexuales de manera
explícita. La heroína de la novela es Constance, casada con un hombre de clase
alta (sir Clifford Chatterley), parapléjico
a raíz de una lesión en la guerra. Además de ello, el esposo no era cariñoso
con ella, lo que produce un alejamiento en la pareja. Constance Chatterley
mantiene un romance con Oliver Mellors, el guardabosques de la mansión familiar
(es decir, un hombre de la clase obrera), debido a su frustración sexual.
Por último,
hay que recordar la presencia de este tema en la novela romántica o “rosa”, que
tiene sus raíces en la novela sentimental del XIX, y que en el siglo XXI
continúa dando sus frutos, dentro de la llamada “literatura para mujeres”, repleta de los
tópicos de la feminidad más arquetípica (mujer cenicienta, o bella
durmiente, cuya meta en la vida es el amor), que explota la fuerza de los
sentimientos con técnicas fáciles de composición.
En Psicología se ha acuñado el término bovarismo (a partir de la teoría de Julio Gautier que
mencionábamos) como el estado de insatisfacción crónica de una persona,
producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas
respecto a sus propias posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas.
Alguien ha dicho que el bovarismo es estar enamorado del amor porque idealizas
el amor.
En
el terreno artístico, encontramos
principalmente la obra de Albert Fourié, La
muerte de Madame Bovary (1883), que se centra en el final de Emma y en el
dolor de su esposo:
Tanto Albert
Fourié como Alfred de Richemont, ilustraron ediciones de Madame Bovary:
Joan
Vilagrau realizó en 1962 un retrato de Madame Bovary:
En el terreno musical destacan una ópera, un drama lírico, dos musicales, además de las distintas bandas sonoras de las adapataciones cinematográficas de la novela.
Madame Bovary es
una ópera en
tres actos con libreto de René Fauchois (1882- 1962) y música de Emmanuel Bondeville
(1898-1987). Fue estrenada el 1 de junio de 1951 en la Opéra-Comique de Paris.
También
titulado Madame Bovary es el drama lírico en tres actos y ocho cuadros, con
libreto de Vittorio Viviani y Guido Pannain (Nápoles, 1891-1977) y música de este.
Fue estrenada en el Teatro de San Carlos de Nápoles el 16 de abril de 1955.
Paul Dick realizó el musical Madame Bovary, que adaptaba la novela de
Flaubert, en 2007 (en Broadway se mantenía en cartel en 2013).
El musical The Bovary Tale, con música de Anne Freier y libreto
de Laura Steel, fue estrenado en septiembre de 2009 en Londres en el Gatehouse
Theatre, Highgate Village.
Entre las bandas sonoras de las
películas que se han realizado sobre la figura de Madame Bovary (con obras de
Darius Milhaud o Matthieu Chabrol) podríamos destacar la música del compositor
húngaro Miklos Rosza (1907-1995).
En
el terreno cinematográfico
encontramos numerosas adaptaciones de la obra de Flaubert.
De
1933 es la película francesa Madame Bovary, dirigida por Jean Renoir e
interpretada por Alice Tissot y Daniel Lecourtois.
En
1937 el cineasta alemán Gerhard
Lamprecht dirigió una versión de la novela con Pola Neri y Ferdinan
Marian.
La
Madame Bovary de 1947 es una película argentina dirigida por Carlos
Schlieper.
Pero
una de las versiones más relevantes de la novela es la película americana Madame
Bovary, de 1949, dirigida por Vincente Minnelli e interpretada por Van
Heflin, Louis Jourdan, Jennifer Jones y James Mason.
En
1970, La hija de Ryan, dirigida
por David Lean supone una adaptación parcial de la novela de Flaubert.
En 1977 hubo una película sobre
el mismo personaje dirigida por el director polaco Zbigniew Kaminski, de corte
erótico, al igual que otra adaptación anterior, de 1969 (El pecado de Madame Bovary), realizada por Hans Schott-Schöbinger.
Otra de las
versiones más destacadas de este mito es la película francesa Madame Bovary, de 1991, dirigida por Claude
Chabrol e interpretada por Isabelle Huppert:
Por último, destacaremos la
película del director hispano-mexicano Arturo Ripstein, titulada también Madame Bovary, que fue estrenada en
2011.
Madame Bovary ha sido versionada también en
series de televisión, en diversos países europeos desde 1953. La última de
estas versiones fue dirigida en 2000 por Tim Fywell y fue una producción de la
BBC.
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