- En La Malquerida (1913), de Benavente, el final trágico es el final de un amor posible de Esteban y Acacia. Hay deseos de la muerte del padre y muerte real de la madre. Hay amor al padre (más que Edipo, Electra) y amor a la hija, incesto o pseudo-incesto. Hay sangre derramada, la de Faustino, inocente y acusadora, la de Raimunda, inocente y salvadora. Hay ceguera de Edipo y Raimunda. Hay, finalmente, investigación fatal, que hace a Edipo (quiera o no) culpable y lo precipita a la desgracia, llevando además a Raimunda a una muerte cierta.
- En La infanzona (1945), de Jacinto Benavente, drama en tres actos, situado en un pueblo de Castilla, Doña Isabel (hermana menor de Don Leoncio, de carácter dominante y Don Rafael, de carácter resignado), conocida desde pequeña por su porte orgulloso como la Infanzona, vive sola y atormentada por el recuerdo de un pecado horrible y la ausencia de un hijo no reconocido. La obra comienza con el amor prohibido de dos hermanos, José María y Pilar, hijos de Martín y Marciana, servidores de la casa. Pero el amor realmente es posible, porque José María es hijo de doña Isabel y de un campesino del lugar, hermano de Marciana y muerto en una cacería, al parecer por don Leoncio como venganza de su honor. Cuando los señores llegan desde la ciudad y deciden que José María debe acompañarlos. Doña Isabel se siente entonces madre plenamente y aplacará las iras que el muchacho siente contra el asesino de su padre. Al final de la obra, doña Isabel mata a don Leoncio, que resulta ser por un incesto real el verdadero padre del muchacho, aunque muere sin llegar a saberlo.
Los elementos clásicos parecen estar claros. Si Edipo fue criado por unos pastores, José María es criado por un matrimonio de distinto rango social; si Edipo cae en el incesto, José María lo roza; si Edipo mata a su padre, José María, en sus deseos de vengar la muerte paterna, está a punto de matar también a su propio padre; si en Edipo el destino se cumple de forma inexorable, también ocurre así en el caso de José María.
- En Edipo café (1983), Luis Riaza utiliza su estilo del teatro dentro del teatro. Unos personajes sin la menor apariencia de realidad, representan los tópicos edípicos. Por la mañana, Layo se libra de Edipo. A mediodía es Edipo quien acaba con Layo. Por la tarde, son los hijos de Edipo quienes provocan la incapacitación de Edipo, dejando en el poder a un Creonte que ha sabido esperar pacientemente mientras leía las esquelas que anticipaban cuanto iba a suceder. Eteocles y Polinices esperan su turno, sin saber que tampoco ellos podrán librarse del destino implacable. En todo este embrollo las mujeres, ajenas a la intriga, cargan con las consecuencias. Yocasta acepta a Layo, ama a Edipo, se enamora de él sin reconocerle y paga por lo que no ha cometido, Antígona tendrá que convertirse en lazarillo.
Encontramos en esta versión diversos ingredientes de la mitografía. Desde la esfinge que presenta las épocas de la vida (paralelas a los momentos del día, como adecuadas para cada tipo de crimen), la peste que asola a Tebas y que es el “maldito hedor” de la sangre derramada por el poder.
Por otra parte, la parodia alcanza al coro y a la técnica de suspense que emplea Sófocles para descubrir la maldición, que resulta análoga a un juicio a la americana.
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