- El reñidero (1905), de S. de Cecco, es una obra costumbrista, donde no hay redención posible para los personajes. El mito se ubica en esta versión en un barrio de Buenos Aires a principio del siglo XX. La pieza entreteje la historia tradicional con episodios realistas originales. Hay dobles niveles dramáticos que intercalan recuerdos de eventos anteriores. Electra, llena de resentimiento hacia la madre y su amante Soriano, y dedicada con devoción incestuosa a la misión de vengar la muerte del padre, finalmente empuja a Orestes a matar al asesino de aquél, Soriano. Luego se arroja sobre el cuchillo que aún empuña Orestes y muere.
- El 21 de noviembre de 1930 se estrenó en el teatro Avenida de Madrid, la obra de Sánchez de Neyra y Ximénez de Sandoval titulada Orestes I, que supone una utilización del mito griego con intencionalidad política. Consistiría en una burla en ocho cuadros, dispuestos en cuatro actos y un epílogo. La representación, no obstante, no se ajustó al texto escrito original. Dentro de la obra, el octavo cuadro presenta una durísima crítica contra los tres poderes conocidos (judicatura, milicia y jerarquía eclesiástica), más otro poder representado por los comerciantes; todos ellos, débiles y corruptos, ven en Orestes a un gobernante capaz de satisfacer sus ambiciones, hasta las más inconfesables, con el beneplácito de un príncipe pusilánime. En contraste, Filipo, el benefactor del pueblo, que ha hecho posible la llegada de Orestes al poder, es entregado a una turbamulta que le ahorca sin piedad ante la indiferencia del propio Orestes, para quien el linchamiento de su mentor no pasa de ser “un asuntillo”.
En realidad, Orestes I no tiene más relación con el Orestes de la tragedia griega que el ser fundador de una dinastía real. La acción transcurre en un principado imaginario, Farsalia, pero en la época de los autores. Por encima de todo, éstos pretenden sacar, como en la tragedia griega, una enseñanza y una lección, plasmada en la inconsecuencia y la ingratitud de los pueblos para con sus benefactores.
- Electra al amanecer es una de las muestras de los mitos clásicos en Hispanoamérica. Fue escrita por O. de Carlo en 1948. Los personajes de esta pieza viven las pasiones de la Orestía pero con una mayor intensidad psicológica que en Esquilo. La acción transcurre en la presencia continua de tres Furias. El espectro de Agamenón vuelve y es asesinado por segunda vez. Electra guía la venganza efectuada por Orestes, que está bajo el completo control de su hermana.
- Electra Garrigó de Virgilio Piñera se estrenó en 1948, causando un revuelo importante en el limitado ámbito intelectual cubano de entonces. La conjunción de la búsqueda de contemporaneidad y cubanía con el mito griego, provocó una airada reacción en algunos que no vacilaron en calificarla como “un escupitajo al Olimpo”.
Esta no es una Electra más que agregar a las numerosas piezas que llevan este nombre, sino que Piñera la dota de un apellido que la ubica en un ámbito determinado: Electra Garrigó. Aunque el autor encabeza las notas al programa con la afirmación expresa de su filiación sofoclea, se mueve dentro del mito más con la libertad de un Eurípides.
Cuando la obra comienza, Agamenón aún no ha muerto, Clitemnestra Pla y su amante ni siquiera han tomado la decisión de asesinarlo, Orestes no ha salido nunca del hogar y sólo Electra, al igual que en la tragedia, es una joven en edad casadera, pero atormentada por los conflictos de su casa.
Por tanto, en Virgilio Piñera conviven en familia Electra, Orestes, Agamenón, Clitemnestra y Egisto. Para este autor, los clásicos antiguos son una lección viva, de forma que no vacila en reformular el mito en función del tema que se propone llevar al ánimo de los espectadores.
Pero la obra se identifica con Sófocles en tanto que Piñera no se interesa por las implicaciones políticas de la muerte de Agamenón o por la consideración ética del matricidio, sino que la figura de Electra, en busca de su realización como personalidad, centra toda su atención. Esta Electra es la única consciente por la necesidad de resistencia frente al ambiente familiar que coarta su desarrollo como individuo y amenaza con ahogar su personalidad. Electra Garrigó sabe desde el principio que sólo puede contar consigo misma, que el autor muestra, tanto en la invocación a los no-dioses como en la noticia de la muerte del pretendiente que suple a la de Orestes en la tragedia griega.
Electra Garrigó, una vez conseguido su propósito, se queda sola (como en Sófocles) en una casa donde todo deviene Electra: la puerta, el rumor, el ruido, el trueno....Los personajes, la situación, el tema son propios de tragedia, pero Virgilio Piñera tenía ante todo interés en procurar que su obra llegara al público, que lo hiciera identificar como propio el conflicto a pesar de su viejo atuendo. El fino sentido del ridículo que planea sobre la obra es el instrumento clave en este sentido de conexión del público con la vieja tradición.
- En 1952 se realiza la producción de la obra de J.Imbert, Electra. El autor explica en un prefacio que tras escribir esta “tragedia en medio acto”, se dio cuenta de que había reinventado, inconscientemente, el mito de Demeter, a quien el personaje central de esta pieza representa a pesar de llamarse Electra. Mediante la combinación de diversos temas del Antiguo Testamento, Imbert nos conduce a la revelación del ciclo eterno de la vida.
- El novelista E. Mellea realiza una incursión en el género dramático: El gajo de enebro (1957), inspirada principalmente en la Orestía. Quiere crear una tragedia en la que la conmoción total del mundo, el desorden moral, desencadenado por un crimen, resulte en restitución; el crimen conduce a una nueva vida. Cándida es una Clitemnestra sin conciencia y sin culpa. Ella arrastra a su joven amante a matar al marido, pero poco después de enterrarlo según sus instrucciones, sin ataúd y con un gajo de enebro en la mano, brota de éste una planta, símbolo de nueva vida y de augurio del castigo que espera al asesino. Es la venganza de la naturaleza, desvirtuada por las acciones humanas en la casa de Atreo. Hay un coro masculino que habla de ambición, crimen y justicia, y otro femenino que realiza otras reflexiones sobre la vida, el sufrimiento y la fatalidad.
- Juan Germán Schroeder escribió La esfinge furiosa (1951), que fue estrenada en el Teatro Pereda de Santander en 1960. El tema central de esta obra es la lujuria. En ella se presenta además el desmoronamiento de la casa de los Dabio: el primer acto se centra en la esterilidad del matrimonio de Andrea y Gregorio, lo que supone la ruptura del linaje. Ariel, que trabaja para Gregorio, intenta seducir a Andrea. Este personaje es de un gran valor simbólico por su expresión de esfinge, enjoyada, y que es a la vez un enigma. Por otra parte, el personaje de Ana (la anciana madre de Gregorio) es con sus presagios una imagen de Casandra, que acusa a Gregorio de no haber sido capaz de engendrar un hijo. La segunda parte comienza con el amor que Andrea siente por Sandro (Egisto), un forastero, con la esperanza de que éste la aleje de aquel ambiente. Como una doble personalidad, Andrea encarna a Clitemestra, que en ausencia de Gregorio (Agamenón), intenta buscar cobijo en un extraño. Gregorio regresará a su casa ante la fría acogida de Andrea (Clitemestra). Al final, Ana dará muerte a su hijo para evitar el deshonor. Sandro será asesinado por Andrea y ésta, después, se suicida ahorcándose con los collares de su boda (en una alusión a Harmonía). El destino de Ana queda sumido en la ambigüedad.
- La primera obra conocida de Antonio Martínez Ballesteros es de 1960. Aún hoy está inédita y supone una versión libre del tema de la Orestíada. Lleva por título Orestíada 39. Se trata de la historia de una familia española en abril de 1939, recién acabada la guerra civil, aunque no sus consecuencias. En la obra Eugenio (Egisto) comienza la guerra en el lado republicano para pasarse después al nacional, donde cae herido. Después se dedica a administrar los negocios de la familia Acuña. Isabel (Electra) amenaza a su madre, Cristina (Clitemestra), con desvelar sus relaciones con Eugenio si no lo despide. Cristina no es una mujer malvada, sino una mujer a la que la guerra ha privado de la compañía de su marido. Retorna de la guerra el coronel Augusto Acuña (Agamenón), esperado con impaciencia por su hija Isabel. Alberto (Orestes) tardará más en regresar, al haber sido herido en la guerra. Cuando el regreso de Augusto se produce, Cristina (que mantiene relaciones con Eugenio) planeará envenenarle. En el segundo acto, Isabel convencerá a su hermano de que ha sido su madre quien ha asesinado a su padre, y Alberto dará muerte a los amantes. Posteriormente, se entregará a la justicia para expiar su crimen, e Isabel, la inductora, pagará su complicidad con la soledad.
Como vemos, el paralelismo con la Orestíada es casi exacto.
- La obra de Domingo Miras Egisto (1971), supone el acercamiento a algunos temas de la Orestíada, donde Clitemnestra se convierte en el eje principal de la trama. En esta versión se propone una situación inicial donde Clitemnestra y su hijo Egisto comparten el tiempo en ausencia del padre. Ella le educa en el feminismo (amor, igualdad, sensibilidad, tolerancia) y espera que el marido no llegue a regresar como medio de recuperar un matriarcado. A la vuelta de Agamenón, sólo el homicidio puede evitar la reimplantación de la tiranía. Egisto lleva a cabo el magnicidio instigado por su madre, ante el testimonio de Electra, que celebra la vuelta del padre y la ausencia de su hermano Orestes. Sin embargo, el remordimiento puede con Egisto, que buscará el perdón del padre muerto en su identificación con Orestes y en la venganza sobre la madre, a quien culpa de su propio crimen. Pero no consigue hallar la paz consigo mismo y está llamado a perpetuar la tiranía.
Electra será el contrapunto de Egisto en su relación con Agamenón. Ella intentará sustituir a la madre.
Para Miras (en opinión de Virtudes Serrano), Egisto es la personalidad primaria de un personaje que deviene Orestes. Egisto es hijo de Clitemnestra, una mujer que desea la muerte de su esposo como rebelión ante la tiranía del varón y acceso a la libertad. Es una Clitemnestra feminista. Agamenón es una figura represiva. Se le describe con actitud, aspecto y atributos tiránicos. No obstante, acaba como víctima de sus víctimas. Y en todo esto, llorar la muerte del tirano asesinado genera la nueva personalidad de Egisto (ya Orestes), que será irremediablemente un nuevo tirano, un nuevo Agamenón paradójicamente. El sentimiento de culpa se transmitirá a Electra. Clitemnestra, sin embargo, no evoluciona: asume su responsabilidad como obligación de libertad.
- De J.P.Pizzorno es Tiempo al tiempo (1983). En esta pieza costumbrista los personajes de la saga de Atreo son miembros de una banda de mafiosos, en un barrio de Buenos Aires de los años treinta. Correa (Agamenón) ha amasado su fortuna como dueño de prostíbulos. Cuando Egidio (Egisto) lo asesina, Orestes se venga matando a éste. La amargura de Electra, su odio por Clitemnestra, incluso la venganza de Orestes, todo suena a falso. La única escena interesante en esta pieza es la última, que sugiere que el sórdido esquema es recurrente, cuando Electra se pone los aros que quita del cadáver de la madre. Se ha convertido en Clitemnestra.
- Ramón Gil Novales utilizó este mito clásico en La urna de cristal (1989), que supone una nueva visión de la guerra civil española. El escenario es como una urna de cristal, de forma que el autor desdobla la escena, al tener lugar la acción principal dentro de la urna, mientras que en el proscenio se sitúan los espectadores de la historia: Pabla, Carla y Mario. La acción de la urna comienza poco antes del Alzamiento Nacional de 1936 en Oncilia (una ciudad ficticia) y muestra a una familia del lugar, que está compuesta por el coronel Alfonso Barasona (Agamenón), leal a la República; su esposa Elena (Clitemestra) y sus hijos Marta (Electra), Irene (Crisótemis), Adelaida (Ifigenia) y Orencio (Orestes). Por otro lado, aparecerá Adrián (Egisto), primo de Alfonso y de ideas afines al Movimiento. El personaje de Ifigenia es el detonante del drama familiar de los Barasona. En esta obra, Adelaida (Ifigenia) es una hija monja de Alfonso y Elena, que se encuentra en un convento que va a ser asaltado. Su padre podía evitar la matanza de religiosas, pero por no claudicar en sus deberes como militar, permite que (como en el caso de Agamenón) su hija sea sacrificada. Elena (Clitemestra) odiará a Alfonso por su decisión y por creer que, en el fondo, es un cobarde. Por ello accede a las peticiones de Adrián (Egisto), traicionando a Alfonso ante las autoridades del bando nacional. Éste es fusilado sin hallar clemencia en el Gobernador, que no es otro que Adrián. Marta (Electra) averiguará lo ocurrido y tomará venganza. Para ello contará con la ayuda de su hermano Orencio que, como el Orestes griego, había sido alejado de la casa paterna con el pretexto de realizar estudios en la Alemania nazi. Orencio matará a su madre ahogándola con un bastón, y Marta dará muerte a Adrián, aunque realmente es responsable de las dos muertes, por incitación.
Los personajes de La urna de cristal son prototipos que permiten la reflexión sobre las grandes preocupaciones del hombre: el amor, el odio, la guerra, la paz, la venganza, el sacrificio, la locura y la sensatez (todas ellas dentro de la urna).
- De Ricardo Monti es la obra La oscuridad de la razón (1995). Supone una recreación poética del mito de la familia de Agamenón, que desdibuja los personajes, pero también intensifica sus pasiones y agudiza sus aristas. Es una obra al mismo tiempo paródica, visceral, poética y metafísica. Es también una obra de desafío, como puesta en escena que desea superar formas y contenidos.
Monti representa la búsqueda de identidad por parte de Mariano (Orestes), quien regresa de Francia hablando francés, y en la escena del reconocimiento y en el encuentro con su madre oscila entre el distanciamiento y la vuelta al seno materno, la fusión de su identidad con la de Alma (Electra) o la de Clitemnestra. Por su parte y a su vez, Alma y la Madre oscilan entre el ansia devoradora de incorporar al hijo/hermano/padre en su propio seno, el deseo de despertar y dirigir la virilidad violenta de Mariano contra el tío (Dalmacio es Egisto), y la tentación de fundirse una en otra. La tragedia culmina en el sacrificio del héroe, pero en lugar de la inmortalidad de la gloria, lo que alcanza es un estado de beatitud correspondiente a un ideal cristiano. Al momento contestatario sigue un momento de redención y una relectura del mito de Orestes como mito cristiano.
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