jueves, 22 de marzo de 2012

mitos de literatura universal: Ulises

EL MITO DE ULISES

Ulises (Odiseo) es hijo de Laertes, rey de Ítaca,  y de Antíclea, cuyo abuelo era Hermes. Su juventud estuvo llena de viajes. De uno de ellos trajo consigo el arco de Heracles y en otro se hizo una cicatriz imborrable mientras cazaba un jabalí en el Parnaso.  Laertes cedió el trono a su hijo. Ulises se casó con Penélope después de que Helena eligió a Menelao y tuvo con ella a su hijo Telémaco.
Cuando se produjo la guerra de Troya, Ulises se resistió a dejar Ítaca. Simulando haberse vuelto loco, araba sin cesar la playa, pero uno de los miembros de la expedición interpuso en el camino de su arado a Telémaco. Ulises, instintivamente, desvió el arado y no tuvo más remedio que reunirse con la armada aquea. Consiguió que Aquiles partiese a la guerra. En Troya se distingue como guerrero y como diplomático. Concibió la argucia del caballo de madera que les permitiría entrar en la ciudad. Después de la guerra, Poseidón le fue hostil y sembró de dificultades su regreso a Ítaca. Una tempestad  empujó a Ulises y a sus compañeros hacia las costas de Tracia, el país de los crueles cicones, a los que terminaron venciendo y exterminando. Luego pusieron rumbo a Libia y arribaron al país de los lotófagos, de donde Ulises tendrá que sacar a la fuerza a sus compañeros, que habían sucumbido a la embriaguez de la planta de loto. Más tarde desembarcó en el país de los cíclopes, de donde consiguió escapar recurriendo a su astucia, después de cegar a Polifemo, hijo de Poseidón. La cólera del dios los perseguirá desde entonces. Tras una terrible tempestad, consiguieron tomar tierra en Campania, donde escaparon de los lestrígones, unos gigantes antropófagos. Solo se salvó de la destrucción la nave de Ulises, que alcanzó la isla de Eea, donde reinaba la hechicera Circe. Allí permaneció Ulises un año junto a Circe, que le dio un hijo, Telégono. Después se dirigió al país de los cimerios, misteriosa región  en los límites del océano, donde reinaba una noche eterna. Allí Ulises obtuvo de Tiresias la predicción de que lograría llegar a Ítaca, pero solo. Ulises reemprendió su viaje, consiguiendo escapar de las sirenas. Zeus, sin embargo, desencadenó una terrible tempestad en la que perecieron todos sus compañeros, castigados por haber devorado los bueyes sagrados del sol en la isla de Trinacia. Tras nueve días a la deriva aferrado a un mástil, Ulises llegó a la isla de Calipso, donde la ninfa le retuvo varios años. Por orden de Zeus, Calipso dejó por fin partir al héroe. Una tempestad le arrojó a las playas de Reacia, donde los reyes  y su hija Nausícaa le acogieron y le ofrecieron un navío para llegar a Ítaca. Su ausencia había durado veinte años.
Cuando llegó a Ítaca solo le reconocieron  su nodriza Euriclea y su perro Argo. Ulises reveló su identidad a Eumeo, su fiel porquerizo, y a su hijo Telémaco. Con ayuda de ellos urdió un plan para expulsar a los pretendientes de su esposa, que se habían adueñado de su casa y dilapidaban sus bienes. Penélope había conseguido eludir hasta entonces el acoso de estos. Ulises, disfrazado de mendigo, se introdujo en la casa soportando los insultos de los pretendientes y las insolencias de Antínoo, el más bravucón de ellos. Durante un festín, se organizó un concurso de tiro consistente en atravesar con una sola flecha una serie de anillos. Ulises fue el único que consiguió tensar el arco mágico y mató a todos los pretendientes. Recuperó el trono y a su mujer. Atenea le ayudó con sus consejos a restablecer la paz en la isla.
El viaje de Ulises ha sido interpretado como la transposición terrestre del viaje de los héroes muertos hacia las “islas de los Bienaventurados”, una parte del Hades donde las almas virtuosas gozaban de un reposo perfecto después de su muerte.

En la actualidad, el diccionario de la RAE recoge el término “odisea” a partir del poema homérico como un viaje largo lleno de incidentes.

Con el nombre de Ulises se bautizó una sonda espacial americano-europea concebida para sobrevolar no solo los planetas del sistema solar, sino también el propio Sol.
El módulo de mando de la misión espacial Apolo XIII (1970) llevaba el nombre de  Odisea. Este módulo era el vehículo encargado de transportar a los tres astronautas hasta la órbita de la luna, mantenerlos allí y hacerlos regresar a La Tierra mediante el amerizaje controlado.
El Síndrome de Ulises es un síndrome de naturaleza psicológica que se caracteriza por un estrés crónico que viene asociado a la problemática de los emigrantes al afincarse en una nueva residencia. El nombre viene del héroe mítico que, perdido durante muchísimos años (diez según Homero) en su camino de vuelta a Ítaca, añoraba su tierra de origen pero se veía imposibilitado de volver a ella. Este síndrome dio título a una serie de televisión estrenada en 2007.
Si nos centramos en el campo de la Literatura, La Ilíada concede a Ulises bastante atención. Aparece como un temible guerrero (cantos X y XI) que convence en varias ocasiones a las tropas griegas para que no abandonen la llanura (II, XIV). También se le presenta como hábil diplomático que, aunque fracasa en su primera tentativa de apaciguar a Aquiles, furioso contra Agamenón porque éste le había arrebatado a su cautiva Briseida, logra finalmente llevar a buen puerto la negociación que devolverá a Aquiles al campo de batalla.
La figura del héroe queda definitivamente consagrada con la Odisea, de la que Borges decía que era un libro casi infinito porque en él “hay algo distinto cada vez que lo abrimos”. Todo el relato se organiza en torno a Ulises, “el hombre de los mil recursos”: es el ausente que busca su hijo antes de que su presencia lo sitúe en el centro del relato; narra sus propias aventuras a Alción y el lector asiste a su regreso a Ítaca y a su venganza. En todas las circunstancias, el héroe se muestra magnánimo, fiel a sus amigos y a su familia, sagaz y valeroso.
Esta misma imagen es la que refleja la obra de Sófocles, Áyax (hacia el 445 a.C.), que opone un Ulises prudente y comedido a un Áyax atacado por una locura asesina. En Filoctetes (409 a.C.), del mismo autor, Ulises, entregado a la causa aquea, consigue con astucia que el último compañero de Heracles les entregue el arco y las flechas necesarias para la victoria griega. Sófocles trató la muerte de Ulises en Ulises herido, de la que sólo se han conservado algunos fragmentos; en esta obra, Telégono, hijo de Ulises y Circe, llega a Ítaca y mata a su padre ignorando su identidad.
Virgilio se inspira en la invocación a los muertos que hace Ulises (Odisea, XI) para escribir el canto VI de la Eneida, donde se desarrolla el descenso a los infiernos de Eneas.
Los libros XIII y XIV de las Metamorfosis de Ovidio presentan al elocuente Ulises vencedor de Áyax, la rabia de Polifemo engañado por el héroe y los maleficios de Circe.
El héroe de Ítaca conoció una larga fortuna literaria, aunque a menudo las cualidades que la antigüedad había celebrado en él serán vistas posteriormente como rasgos negativos. Tal es la imagen de Ulises que presentan a menudo las obras medievales, como el Roman de Troie de Benoît de Sainte-Maure, donde aparece como un personaje taimado y de poco fiar. La misma visión encontramos en el Infierno, de Dante (Divina comedia, 1307-1321), que sitúa a Ulises en el octavo círculo infernal, entre los inventores del fraude. Cuando recorre el octavo círculo de los condenados, Dante acompañado por Virgilio se para ante una llama doble y es el propio Ulises quien relata su última aventura en la que se adentra en el Atlántico, el “mar tenebroso” de los antiguos, como un precursor de nuestro Cristóbal Colón.
  Pero hasta el siglo XVII está presente ante todo como referencia mítica, como en el verso perteneciente a Los pesares de Du Bellay, “Dichoso aquel que como Ulises hizo un hermoso viaje” (1558), donde la referencia a Ulises simboliza para el poeta el rechazo de la inspiración antigua en beneficio de una escritura más íntima. También aparece el personaje mitológico en el soneto de Juan de Arguijo Ulises (1605) y en el teatro en dos obras de Calderón de la Barca (El mayor encanto, Amor, de 1635, que trata los amores de Ulises y Circe, y Los encantos de la culpa, auto sacramental de hacia 1635) y en una comedia de Belmonte Bermúdez, Los trabajos de Ulises, en la primera mitad del siglo XVII.
Con Troilo y Crésida de Shakespeare (1603) Ulises adquiere nuevas dimensiones al revivir bajo la figura del hombre político dotado de una inteligencia superior.
La Circe (1624) es uno de los poemas más perfectos y cuidados de Lope de Vega. Son tres largos cantos con un total de 3322 versos en que, siguiendo a Homero y a Ovidio, se narra el mito de Ulises y Circe. El relato se concentra en los momentos especialmente dramáticos.
Un libro destinado a un público infantil, Las aventuras de Ulises, de Charles Lamb (1808), influirá en James Joyce.
A lo largo de los siglos XIX y XX, Ulises se convierte en una figura del patrimonio mítico moderno. En el Ulises de Alfred Tennyson (1833), el héroe se plantea la posibilidad de partir por segunda vez.  En Poemas convivales (1904) de Giovanni Pascoli, Ulises emprende un nuevo viaje en busca de sus recuerdos, y en El regreso de Ulises (1907), Stanislav Wyspianski presenta al héroe. Todas estas obras introducen en la figura de Ulises las angustias del hombre moderno.
Pero es el Ulises de James Joyce (1922) la obra que constituye el renacimiento más espectacular de la figura mítica sometida a una transposición, a menudo humorística o burlesca, enmarcada en la Irlanda moderna. El héroe se encarna desglosado en dos personajes, el de Leopold Bloom y el de Stephen Dedalus. Después de vagabundear un largo día por las calles de Dublín, Bloom regresa a las tres de la mañana a casa de su esposa Molly, mientras que Dedalus está condenado a partir.
Debemos mencionar también al poeta griego Giorgios Seferis, que tanto en Legendaria (1935) como en Poemas (1940) convierte al héroe a la vez en la figura de un hombre condenado por sí mismo al exilio y en el símbolo del poeta moderno. Por otra parte, Nikos Kazantzakis es autor de un Ulises (1928) y de una Odisea (1938) muy fieles al modelo homérico.
Jean Giono, en Nacimiento de la Odisea (1930), presenta a Ulises convertido en un buen hombre de Provenza, víctima de su propia leyenda. Giraudoux, en La guerra de Troya no tendrá lugar (1935), lo ve como un peligroso diplomático.
De H. Rega Molina es Polifemo o Las peras del olmo, misterio dramático pastoril, editada en Buenos Aires en 1945. En esta versión la existencia de Polifemo y Galatea es perturbada por la llegada de Ulises, el enemigo de la naturaleza que ha venido a “civilizar” al Cíclope. Galatea sucumbe al encanto irresistible de Ulises y a sus promesas de brindarle una vida de lujo, rodeada de las ventajas del progreso. Polifemo, rechazado y decepcionado porque deseaba tener un hijo, se aleja y muere en el río. Pero cuando Galatea dé a luz a su hijo, será ella quien se aleje y le dé al niño el nombre de Polifemo. Ello supone el renacimiento del cíclope, y la victoria de la naturaleza sobre la civilización, vista como su enemiga.
La comedia El retorno de Ulises (1946) es la recreación del tema clásico de Homero que realiza Torrente Ballester. La obra plantea la lucha del hombre con su propio mito. La elección de este tema por parte del autor se debió, según su propio testimonio, a que el esquema de la historia le daba hecha una base argumental muy útil; entre la acción histórica del hombre que se pierde y su reaparición, transcurren los años suficientes para que la realidad de ese hombre se mitifique. Y efectivamente, en la ausencia de Ulises se constituye el mito de Ulises, del cual es símbolo un retrato gigantesco que Penélope está tejiendo; y cuando reaparece Ulises, es un hombre de tamaño humano incapaz de hacer frente a su propio mito, hasta el punto de que acaba negando que él sea él mismo. Es decir, el mito puede más que el hombre que lo soporta.
El 11 de enero de 1952 se estrenó en el Teatro Español de Madrid la obra de Antonio Buero Vallejo La tejedora de sueños, en tres actos, y que recoge el tema de Ulises. El primer acto está situado en la galería del palacio de Ulises en Ítaca. En la pared de un templete está colocada la aljaba junto al arco del héroe homérico; éste es un símbolo que hace referencia a la ausencia de Ulises en los dos primeros actos; en el tercero se convertirá en instrumento de destrucción, manejado por el héroe. La reina Penélope, invisible para el espectador, está tejiendo el sudario de Laertes. Aparece en escena la anciana Euriclea, ciega en la obra de Buero (aunque no era así en la Odisea). La obra comienza y acaba con un coro, y con referencias a Penélope. El coro aparentemente no se entera de lo que ocurre, habla de riquezas, paz o alegrías, cuando la verdad es que sólo hay miseria y hambre. Según la Odisea, había ciento ocho pretendientes esperando a que Penélope se decidiera por uno de ellos; preparaban festines diarios, y se acostaban a menudo con las esclavas del palacio. Telémaco advierte en varias ocasiones que van a acabar con la hacienda paterna y con él mismo. En Buero, las esclavas hacen comentarios. De entre los pretendientes, sólo Anfino (en la Odisea, Anfínomo) se mantiene puro. Por su parte, Dione (innovación de Buero) tampoco se acuesta con los pretendientes. Otro rasgo innovador de Buero es que Telémaco vaya detrás de Dione, y siendo ésta la razón de que Penélope acepte que Telémaco vaya en busca de su padre (en la Odisea esto era en contra de los deseos de su madre).
Telémaco llega con el “extranjero”, un viejo mendigo apoyado en su garrote, que trae noticias de Ulises. Y en este punto, Buero sigue el relato homérico. El mendigo dice que ha visto a Ulises en Esparta, en el palacio de Menelao, adonde llegó la noticia de la muerte de Agamenón a manos de Clitemnestra. Mientras en la Odisea se conocía este hecho desde el principio, Buero coloca aquí la noticia para lograr un mayor efecto dramático.
De los pretendientes mencionados en la Odisea con nombre propio, Buero recoge cinco: Antinoo, Eurímaco, Pisandro, Leócrito y Anfino. Los pretendientes meten prisa a Penélope para que acabe el sudario. Y la reina contesta: “el padre de mi amado Ulises está viejo y no me uniré a nadie hasta que mis manos le hayan tejido un sudario digno de un héroe”. Es un punto de coincidencia con la Odisea.
El acto segundo gira en torno al descubrimiento por parte de los pretendientes del engaño de Penélope. Y es Dione quien le dice a Telémaco que su madre desteje por la noche.
Finalmente, al descubrir los pretendientes el destejer de la reina, le exigen que elija a uno de ellos. El extranjero (Ulises) propone la prueba del arco (en la Odisea es Penélope, por designio de la diosa Atenea, quien propone esa prueba). El tipo de prueba es el mismo en Homero y en Buero, pero en éste Ulises tiene dificultades para tensar el arco, aunque lo logra finalmente. De enorme significado escénico es el pasaje final, donde en un diálogo Penélope-Ulises, ella llama repetidamente “cobarde” a Ulises. Es lo peor que podría decirse de un héroe homérico. Ser cobarde es lo contrario de ser digno de respeto, de pertenecer a la aristocracia homérica, de la posesión del honor. Lo que era una virtud del héroe en la Odisea (la capacidad de engañar, de disimular y de disfrazarse) es ahora una falta imperdonable, lo que acarrea el desprecio de Penélope.
Esta obra de Buero fue muy bien acogida por la crítica, que la consideró una de las mejores muestras de la renovación de un tema mítico en nuestro tiempo.
En El desprecio (1955), de Alberto Moravia, el protagonista es un guionista que prepara una adaptación cinematográfica de la Odisea y que al proyectar sus propios problemas sobre su obra, ve en ella la historia de un hombre que teme volver a su casa, un Ulises al que Penélope ya no ama.
El poema de Luis Cernuda “Peregrino” (en Desolación de la Quimera, 1956-64), presenta al viajero incansable que jamás vuelve sobre sus pasos porque no tiene hijos que le busquen, como Ulises, ni Ítaca a la que volver, ni Penélope que le espere.
En 1958, Salvador S. Monzó escribió Ulises o el retorno equivocado, que cuenta el retorno del héroe de la guerra. Este héroe persigue una gloria efímera con la que escapar de la mediocridad, y la guerra es el medio que utiliza para lograrla. Monzó sitúa la acción en la España franquista de los años cincuenta. El protagonista regresa del exilio tras la guerra civil. En su casa le esperan su mujer y su hijo que apenas recuerdan su rostro por los años transcurridos. Juan (Ulises) regresa en calidad de vencido. Pero en su casa hay prosperidad gracias a que la fábrica familiar ha seguido funcionando, aunque haya sido para los que encerraron y torturaron a Juan. Éste es Ulises pero también es Nadie, ya que no aparece en escena. El verdadero Juan se perdió en la guerra y el que regresa sólo vive de recuerdos. El que regresa es un hombre viejo, que no puede desprenderse de la ilusión del recuerdo de una joven Penélope. El pensamiento de Juan (Ulises) es representado por un amigo y compañero de los campos de concentración, que se llama Anatolio. Pablo, un amigo de la familia, ha hecho de padre de Antón y Sofía, los hijos de Juan. El primero, más parecido a Orestes que a Telémaco, vive la crisis de identidad de los hijos de los que perdieron la guerra. Sofía esconde el haber sido víctima de los abusos sexuales de los vencedores. Pablo siempre ha querido a María (Penélope) y cuando tiene lugar el juicio a Juan por el asesinato de su esposa, intenta que se le condene a muerte. Durante la ausencia de Juan había soñado con  poseer a María, simbolizando así a los pretendientes que aspiran a Penélope.
Por su parte, la novela de Álvaro Cunqueiro Las mocedades de Ulises (1960), recrea la historia del héroe desde la fantasía y la poesía.
El llanto de Ulises (1972) es de G. de Ubillos. Su argumento transcurre en una especie de castillo aislado en el campo donde el señor Ping y su criado Pong viven recluidos por voluntad del señor. Esporádicas visitas extraen del aislamiento a la extraña pareja. Conforme transcurre la obra, algunos elementos permiten asociar algunos de los rasgos de Ping con Ulises, y la trama con la Odisea. Así, la aparición de las sirenas, representadas como estímulos comerciales y anuncios que atraen al hombre hacia su perdición, permite reconocer en el encierro voluntario de Ping el miedo al viaje, a la salida que transmite y que puede considerar trasunto del impulso odiseico por regresar al hogar.
Ubillos ha tomado un elemento esencial de la historia de Ulises y lo ha utilizado para  enlazar su mensaje: el mundo moderno es una verdadera Odisea, en la que el hombre se ve atraído por cantos de sirena que terminan por perderlo. Por lo demás, salvo el mencionado deseo de regresar, no ha quedado ninguno de los rasgos característicos de Ulises.
            Antonio Gala escribe la comedia ¿Por qué corres, Ulises? (1975)
Fernando Savater da, en su obra teatral Último desembarco (1987), una versión muy personal del mito. Último desembarco (una comedia homérica), escenifica la llegada del viejo Ulises a Ítaca, su encuentro con una diosa en forma de muchacho, su enfrentamiento con quienes ya no lo esperan y con su destino. La pieza trata de la tarea propia del hombre: asumir la madurez como renuncia a la inmortalidad. Es una pequeña pieza que podría ser considerada para minorías. El contexto en que se escenifica este hecho legendario es actual. Así, Atenea aparece al principio disfrazada de muchacho que vende bebidas y otros objetos (por ejemplo, sombreros, que usarán Ulises y Telémaco) en un chiringuito de playa; los actores van en bañador, con albornoces y toallas y beben vermut o comen patatas fritas. Todo esto no impide la existencia de intervenciones de tono homérico y solemne.
Los personajes son Ulises, que llega a Ítaca sin saberlo y encuentra allí a Atenea (el muchacho ya mencionado), quien le ofrece la inmortalidad. Ulises interpreta inicialmente esta oferta como un posible emparejamiento, rechazándola, como hace en la Odisea una y otra vez ante Calipso. Aparecen luego Euriclea y Telémaco. Éste último se sale del estereotipo homérico, convertido en un joven intelectual que lee obras hoy conocidas del astrónomo Aristarco de Samos (quien vivió entre el 310 y el 230 a.C.), y del físico y matemático Arquímedes de Siracusa (cuya vida transcurrió entre los años 287 y 212 a.C.). Telémaco es un hijo que no conoce a su padre y con el que no comparte una actitud ante la vida, hasta el extremo de que sólo coincide con él en que hay que abandonar Ítaca para buscar nuevos horizontes....pero intelectuales. Atenea, por su parte, ayuda hasta el final a Ulises, que se mantiene firme en su opción por la mortalidad, dándole en los últimos momentos de la obra la apariencia de vejez que no había tenido hasta entonces.   
En el terreno artístico, recordaremos que ya muchas pinturas de vasijas antiguas tienen como tema la Odisea, entre ellas Polifemo cegado por Ulises y sus compañeros (siglo V a. C., Louvre), Ulises escuchando el canto de las sirenas (siglo V a. C., Londres), Los lestrígones atacan las naves de Ulises (fresco pompeyano, siglo I a. C.)



En épocas posteriores sus aventuras inspiran tapices o cuadros (Rubens, s. XVII; Guido Reni, s. XVII) e incluso se convierten en un simple pretexto para artistas interesados esencialmente por la luz: Lorrain en Ulises devuelve Criseida a su padre (siglo XVII) y Turner en Ulises mofándose de Polifemo (Londres, 1829).


En el terreno musical, al hablar de Ulises surge el nombre de un compositor gigantesco, Claudio Monteverdi (Cremona, 1567-Venecia, 1643). Músico de gran talento que sirvió en la corte de Mantua y más tarde fue maestro de coro y director de San Marcos de Venecia, fue Monteverdi quien hizo evolucionar la primitiva ópera dotando de la impronta de obra maestra a su Orfeo, favola in musica, estrenada en 1607 en el Palacio ducal de Mantua. Monteverdi amplió la orquesta, lo que estableció ambientes y describió emociones, al tiempo que exigió una mayor técnica vocal. El género salió de los palacios y ante la demanda de estos espectáculos se construyeron nuevos teatros (con el patio de butacas semicircular).
En 1641 se estrenó en Venecia su ópera de cinco actos y un prólogo, Il ritorno d’Ulisse in patria (El regreso de Ulises a la patria), cuya acción transcurre desde la llegada de Ulises a Ítaca.
Ya se ha citado anteriormente a Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) con su obra El mayor encanto amor, estrenada en 1637 con motivo de la inauguración del palacio del Buen Retiro. Trata de los amores de Circe y Ulises y de hecho es una zarzuela (aunque aún no se llame así) pues ofrece partes cantadas  y danzas. 
Ruperto Chapí (Villena, 1851-Madrid, 1909) escribió óperas como Circe, con libreto de Miguel Ramos Carrión basado en la obra de Calderón. Con esta ópera se inauguró en 1902 el Teatro Lírico de Madrid.
Werner Egk (1901-1983). Compositor alemán. Compuso música para los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, fue sometido al proceso de desnazificación como tantas personalidades alemanas. Nunca perteneció al partido nazi. Simplemente sobrevivió. Es autor de la ópera Circe estrenada en Berlín en 1948 y basada en la obra ya citada de Calderón.  
Salvador Bacarisse (Madrid, 1898-París, 1963). Perteneció a la llamada “generación de la República” y murió en el exilio. Es autor de La nave de Ulises para coro y orquesta.
Luigi Dallapiccola (1904-1975). Compositor italiano, autor de la ópera en dos actos y un prólogo, Ulises, con libreto propio, estrenada en Berlín en 1968. En esta obra, Ulises comprende tras ser reconocido por Penélope, que el objetivo de sus aventuras no era aquel reencuentro, sino hallar el sentido de su vida, y se hace nuevamente a la mar.

La Odisea ha sido llevada varias veces a la pantalla. La adaptación más famosa es la de Mario Camerini, de 1954, con Kirk Douglas en el papel de Ulises y Silvana Mangano como Penélope.



Theo Angelopoulos dirigió a Harvey Keitel en La mirada de Ulises, de 1995, donde un cineasta norteamericano de origen griego busca en los Balcanes sus raíces y su identidad.


Los hermanos Ethan y Joel Coen dirigieron una versión de la Odisea titulada O brother! (2000), donde George Clooney encarna el personaje de Everett Ulises McHill, un delincuente de pacotilla con un pico de oro. Tras huir de prisión, Everett intenta regresar a casa superando diversos obstáculos. Allí tendrá que convencer a su exmujer de que se case con él en lugar de con otro pretendiente.


La televisión propuso una versión de la Odisea en ocho capítulos rodada por Franco Rossi en 1969. También para televisión se hizo una transposición, en clave de ciencia ficción y en dibujos animados, titulada Ulises 31, integrada por veintiséis episodios, en 1981.


Uno de los capítulos de la serie norteamericana “The Simpsons” da a la epopeya un toque humorístico. Ulises y Homer Simpson son claramente antagónicos. Homero nos describe a Ulises con todos los atributos de un héroe griego, ya que posee inteligencia, astucia, valor, fuerza, bondad, vigor, belleza… Por el contrario, Homer carece de todas estas características heroicas; es tozudo e ignorante. Homer no hace uso de los valores del Ulises homérico.

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