- El señor de Pigmalión (1921), de Jacinto Grau, es una obra extensa en la que un grupo de títeres teatrales se rebela y acaba asesinando a su titiritero, llamado Pigmalión. Ya este nombre señala una de las principales fuentes clásicas tomadas por Grau: el libro X de las Metamorfosis de Ovidio. La narración de Pigmalión enlaza con otro cuento clásico, el de Prometeo. A este mito se hacen referencias directas a lo largo de la obra. En el primer acto se da la primera referencia, durante un diálogo entre Pigmalión y el duque de Alducara, propietario del teatro donde van a actuar los títeres:
Duque.- Es usted un nuevo Prometeo.
Pigmalión. - Exactamente.
Las más antiguas versiones del mito, las de Hesíodo, presentan a Prometeo, hijo del titán Yapeto, como un burlador que quiere engañar a Zeus para que acepte un reparto injusto de una comida sacrificatoria. Para desquitarse, Zeus retira el fuego a los seres humanos. El rey del Olimpo hace amarrar a un pilar a Prometeo, adonde le visita diariamente un águila para roerle poco a poco el hígado, hasta que el desgraciado héroe es libertado por Hércules. Mientras, Zeus trama la perdición de la especie humana, tan querida por Prometeo: construye de barro a la tentadora Pandora e introduce la plaga de las mujeres. En ésta y en el resto de versiones clásicas del mito, el elemento común será la alianza de Prometeo con los seres humanos contra un dios cruel y amenazador en una época inestable del universo. Esta concepción subyace en las comparaciones hechas entre Pigmalión y Prometeo en la obra de Grau. Igual que la historia de Prometeo señala la relación entre dios y su creación, la humanidad, la de Pigmalión define la que existe entre un individuo determinado y su propia creación, multiplicada en Grau en diecisiete muñecos. La trama comienza cuando el más primitivo de los títeres, Juan el tonto, abre su caja y asoma con curiosidad la cabeza. Al ser el primero en aparecer en escena y los demás títeres responden a su llamada (“cu-cú”), funcionará como un líder. El segundo títere en aparecer es Mingo Revulgo que, como pretendiente de Pomponina (otra muñeca), corre a la caja de ésta y, haciendo sonar una bolsa de monedas, la atrae hacia su propia caja. Incapaz de resistir la atracción del dinero, Pomponina responde a la llamada y entra en la caja de Mingo. El principal enredo de la obra comienza así, cuando don Lindo (paje de Pomponina) sale de su caja para encontrar la ausencia de su dama y las insinuaciones burlonas de Juan. Furioso, encontrará la caja de Pomponina vacía, y a ella en la caja de Mingo. Entre lágrimas suplicará a la dama que vuelva a su compañía. Otro títere, Lucas Gómez sale inoportunamente de su caja, y don Lindo le pedirá que se vaya. Antes las amenazas del paje, Lucas (que se ha enterado por Pedro de Urdemalas de que el hermoso pelo de don Lindo es una peluca) le quita el cabello descubriendo su cabeza “mocha y lisa como una bola de billar”. Lindo decide vengarse, Urdemalas (el más listo de los muñecos) se inventa un montón de excusas. Más adelante, Pomponina se marchará con el duque de Alducara (ser humano). Esto provocará la fuga de los demás muñecos.
La fuga del escenario de los títeres presenta analogías con el regalo de la vida que otorga Venus a la estatua de Pigmalión en Ovidio. Al igual que la pasión por la estatua del Pigmalión romano mueve a Venus, diosa del amor, a animarla con vida, el deseo del duque por Pomponina ayuda a los muñecos a realizar su sueño de libertad y humanidad.
La plena maduración de los muñecos se realizará en las últimas escenas, cuando se reúnen con su creador. Urdemalas ha ido asumiendo el papel de Pigmalión a partir de la fuga. Cuando el verdadero Pigmalión mande a los muñecos que se suban al coche, Urdemalas le pegará de cerca un tiro fatal.
Al hacer que los títeres se rebelen y asesinen a su creador, Grau invierte los deseos de la fuente ovidiana, en la que la estatua corresponde al amor de Pigmalión.
Por otra parte, hay que señalar que el creador Pigmalión se rinde a los deseos de su creación, los muñecos; pero, por otro, ocurre lo inverso, pues el creador Dios castiga a su creación, Pigmalión, de la misma forma que Zeus castiga la soberbia de Prometeo.
- En Hay una nube en su futuro (1965), de J.R.Morales, el mito y la figura de Prometeo no se toman del tratamiento clásico de Esquilo. En este caso se aprovecha la figura mítica y los rasgos más típicos de su saga como soporte de un mensaje y una estructura dramática que tiene poco de clásico. Este acercamiento de Morales al tema supone el aprovechamiento de un mito fácilmente reconocible por el público y que le permite partir de una base relativamente sólida desde la que enviar un mensaje nuevo, para criticar aspectos del mundo actual como son la amenaza nuclear y los intereses económicos desmedidos, emparejados en esta pieza.
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