Edgar Allan Poe fue un escritor romántico estadounidense, reconocido como uno de los grandes maestros universales del relato corto. Fue renovador de la novela gótica y es recordado especialmente por sus cuentos de terror. Su figura y su obra marcaron profundamente la literatura de su país y del mundo.
Para hablar sobre los relatos de Edgar Allan Poe parece necesario acercarse primero a los pormenores biográficos de este autor de Boston. Podemos leer los cuentos de Cortázar o los de Borges sin conocer nada de su vida. Pero la peripecia existencial de Poe está indisolublemente unida a la textura de sus obras literarias.
Nació en 1809, hijo de actores de poca categoría, que jamás lograron salir de la pobreza y que lo dejaron huérfano cuando aún no contaba tres años. Entonces fue cuando Frances Allan, una mujer muy caritativa y que adoraba a los niños, lo recogió en su casa. Su amiga, la señora MacKenzie, se llevó en las mismas condiciones a su hermana Rosalie. El padre adoptivo de Edgar, John Allan, no mostró tanto entusiasmo por la irrupción del niño en su hogar. De hecho, mantuvo siempre con él una relación “tensa”.
Cuando Edgar tenía seis años, la familia se trasladó a Inglaterra y este período no fue agradable para el niño. Sabemos que con apenas ocho años era azotado en el colegio, y se le encomendaban tareas peculiares como copiar epitafios de las tumbas, para luego enseñárselos a su maestro. Es la primera aproximación que conocemos de Edgar al mundo de los cementerios, la muerte y lo tenebroso, que tan importante papel iban a jugar en su vida.
De vuelta a los Estados Unidos, Edgar compone con once años sus primeros poemas, que le enseña a su padrastro. Éste los mira con desdén, porque desea que siga estudios universitarios... Edgar conoce a los catorce años a Jane Stanard, que tiene treinta. Es el primer amor de su vida. La dama muere pocos meses después y el corazón del adolescente se centra entonces en Elmira Royster, con la que comparte edad. La relación se inicia fuerte (Edgar le escribe larguísimas cartas de amor), pero se viene abajo a gran velocidad: el padrastro de Edgar lo hace ingresar en la universidad de Virginia y los padres de Elmira la prometen a otro joven con un futuro más halagüeño que el de Edgar.
En esa etapa de universitario, Edgar se vuelve díscolo y conflictivo. Se endeudó jugando a las cartas por un valor de 2500 dólares, una cantidad equivalente a la que costaba financiar toda su carrera. Ante la negativa de John Allan de seguir pagándole una vida de juerga y póker (los resultados académicos de Edgar no eran brillantes), el muchacho se alista en el ejército en 1827. Es la época en que muere su madre adoptiva. Y el viudo John Allan vuelve a casarse poco tiempo después. Durante unos años, Edgar se encuentra dando tumbos entre la academia de West Point, la escritura, la bebida y un mariposeo de mujeres a las que ronda con poco éxito.
Muere su padrastro, sin dejarle ni un céntimo en la herencia. Cuando cumple veinticinco años Edgar se casa con su prima Virginia (a la que siempre llamó Sissy), que apenas tenía trece. Su inclinación a la bebida y su adicción al opio van en aumento. Su mente se llena con proyectos que no llegan jamás a realizarse como él pensaba: sobre todo, la fundación de revistas literarias. Colabora en publicaciones ajenas, realiza crítica de libros y artículos de opinión, imparte charlas... pero lo único que consigue es acrecentar su fama de maldito.
Imaginó revistas y suscriptores; se dedicó a buscar mecenas; cultivó polémicas que le dieran notoriedad... pero no consiguió nada.
En 1842, Edgar recibe otro mazazo: su esposa Virginia padece tuberculosis en un estado avanzado y las dificultades económicas se vuelven cada vez más agobiantes. Si hasta ahora Poe se ha dedicado a malvender sus obras o a alquilar su talento para publicaciones mercenarias, ahora se encuentra con que tiene que pagar las medicinas y la alimentación de una enferma delicada. Él, que ha sobrevivido en ocasiones durante semanas con solo pan y melaza, tiene que multiplicar sus esfuerzos para cuidar de Sissy. En esta época compone su poema “El cuervo”, que le da fama y que es reproducido en muchos periódicos de Europa y de América. Durante ese tiempo, varias mujeres se acercan a Poe, seducidas por su misterio y por la parafernalia que lo rodea (siempre con ojeras, vestido de negro, misterioso). Edgar Allan Poe, al que le encanta sentirse admirado, se deja agasajar.
Es el tiempo en que compone el célebre poema de Annabel Lee, donde nos da un retrato lírico de la relación que siempre ha mantenido con su prima... Pero Virginia apenas puede gozar de ese éxito, porque muere en 1847.
Poe, destrozado y necesitado de que alguien lo quiera, declara su amor inmediatamente a Marie-Louise Shew, la enfermera que cuidó a Virginia durante sus días finales. Y no es la única mujer a la que ronda: también está Nancy Richmond, casada, a la que escribe una patética carta anunciándole que, viendo que no le presta atención, ha tomado láudano para suicidarse. Este chantaje emocional revela lo desesperado que andaba Edgar por aquel tiempo. Jordi Sierra i Fabra en la biografía de Poe lo describe como “un náufrago en busca de una isla”.
En 1849 vuelve a encontrarse con Elmira Royster, aquella novia de la que fue separado por la familia y la universidad. Le pide matrimonio, alegando que siempre ha sentido algo muy especial por ella, y que el destino quiere que terminen juntos. Elmira, embriagada por la labia de Edgar, acepta el compromiso... Pero la boda no se llega a celebrar porque dos meses después, en octubre de 1849, Edgar Allan Poe muere en Baltimore, en medio de circunstancias misteriosas. Se dijo que lo habían emborrachado para hacerlo votar en las elecciones y que luego lo habían abandonado en un callejón; se dijo que se trataba de un ajuste de cuentas (Edgar se había creado montones de enemigos); se habló de la peste, la rabia, incluso de suicidio... No es probable que lleguemos nunca a enterarnos de la verdad.
Esta es, resumida, la vida de Edgar Poe (o Edgar Allan Poe, si añadimos su apellido de adopción), el hombre que escribió los 67 cuentos que revolucionaron la narrativa breve norteamericana y mundial.
Desde un punto de vista literario, existen tres visiones posibles sobre el autor: primero el Poe macabro, que se deleita en los temas de la muerte, el dolor y la ultratumba; el segundo bloque es el Poe humorístico; el tercero sería el de los relatos que pueden gustar más a todas las edades.
El más conocido es el Poe macabro, a quien Juan Perucho llamó “tenebroso príncipe” en su edición de los Cuentos para Planeta en 1983. Son muchas las ocasiones en que Edgar adereza o construye sus historias con elementos que provienen del mundo de la muerte: calaveras, tumbas, enterrados vivos, momias, cadáveres emparedados... Poe escribió sobre el terror y la muerte “para satisfacer los gustos del público de la época”. Pero también porque ese universo tétrico ejercía sobre él una fascinación constante. A Poe lo perturbaban las imágenes de los cementerios, de los seres enterrados prematuramente. En un soneto Jorge Luis Borges lo llama “constructor de pesadillas”, y así retrata con acierto una parte del alma de Poe. El autor construyó un universo de horrores para ver si así se liberaba de sus propios miedos, pero lo hizo tan bien que se convirtió en el inaugurador de un camino, y por ese camino luego circularon muchos otros autores.
Veamos un ejemplo: “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”. El narrador de esta historia, deseoso de llevar a la práctica sus experimentos hipnóticos con personas cercanas a la muerte, sugiere al señor Valdemar, un hombre al que la tuberculosis tiene carcomido, que lo podría hipnotizar justo en el instante de su muerte y detener el proceso. Valdemar acepta la idea y, cuando faltan apenas unas horas para que se cumpla el plazo de vida dado por los médicos, el narrador y sus colaboradores llegan hasta la casa de Valdemar, lo hipnotizan... y logran detener a la muerte. Al menos aparentemente. Durante siete meses, el trance hipnótico se prolonga, y el señor Valdemar murmura cada vez con más angustia que lo despierten o que lo dejen morir. Cuando por fin se animan a sacarlo del trance, el cuerpo de Valdemar se pudre en apenas un minuto, dejando a todos consternados. Y ahora recordemos un detalle autobiográfico: Poe se entera de que su esposa tiene tuberculosis en el año 1842, y ella muere de esa enfermedad en 1847. El relato del señor Valdemar fue escrito en 1845, justo en mitad del proceso. ¿Es casualidad que Poe escriba sobre un intento de detener a la muerte, cuando precisamente él hubiera deseado poder hacerlo? Por detalles como este decimos que la vida y la obra de Poe están unidas. Otras veces directamente se nos habla de un ser que ha regresado de la muerte. Es lo que nos cuenta en “La caída de la casa Usher”. El protagonista visita a su viejo amigo Roderick Usher, que vive con su hermana Madeline en una inmensa casona familiar. Ella, aquejada por una desagradable enfermedad, termina muriendo. Y los dos amigos la entierran en una cripta, en los sótanos de la casa. En los días que suceden, Roderick da muestras de estar perdiendo la razón, porque insiste en que los ruidos que se escuchan en la casa los hace su hermana, a la que han enterrado viva. Durante una noche de tormenta, Madeline aparece en el umbral de la puerta y se abalanza sobre su hermano. El narrador huye presa del terror y tiene tiempo de contemplar cómo la casa se derrumba a su espalda.
También encontramos las historias más famosas. Está ese personaje que, encontrándose al borde de la muerte en un barco misterioso, escribe la historia de lo que le está pasando y la lanza al mar, cuando la embarcación está a punto de ser engullida por un gran torbellino negro. Se trata de “Manuscrito hallado en una botella”. También “El corazón delator”, donde un asesino se dedica a contarnos en primera persona todo el proceso que lo llevó a matar y descuartizar a un anciano (del que le molestaba una telilla que tenía sobre uno de sus ojos). Cuando acuden unos agentes de policía, alertados por los vecinos (que han escuchado un grito del anciano), él les invita a que registren todo. Y les pide que se sienten a charlar justo en la habitación donde está el cadáver (estupidez que le acabará costando cara). Al fin, escucha cada vez con más fuerza en su mente los latidos del corazón sepultado, y acaba confesando su culpa.
“Los crímenes de la calle Morgue” es uno de los cuentos más conocidos de Edgar Allan Poe. El narrador es buen amigo de Auguste Dupin, aficionado a desentrañar enigmas, juegos de ingenio y otras gimnasias mentales. Cuando se producen dos atroces asesinatos en la rue Morgue, ambos se dedican a leer los periódicos para recabar informaciones sobre los detalles monstruosos de estos crímenes y Dupin va deduciendo que el asesino no ha podido ser un ser humano, sino un enorme orangután de Borneo. Al final, Dupin y el narrador ponen un anuncio en el periódico diciendo que se ha encontrado al animal y que su dueño puede pasar a recogerlo. Cuando llega le hacen confesar que, efectivamente, el animal cometió la atrocidad.
Personas que se hallan al borde de la muerte; seres que ya han muerto y que vuelven bajo envoltura fantasmal; obsesiones sobre enterramientos prematuros; cadáveres que aparecen flotando en ríos (como en el cuento “El misterio de Marie Rogêt”); misteriosas muertes en la ciudad de Venecia (en “La cita”); cementerios bajo la luz de la luna; tormentas aterradoras que inoculan el pánico en las personas que las padecen... Poe sintió un enorme interés por los temas relacionados con la muerte.
Pero hay otro Edgar Allan Poe humorista. El autor cultivaba las variantes del humor amargo, sarcástico, brutal, ácido, irónico o negro.
“La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall” no es su historia más célebre, pero tiene una gracia especial. Sobre Amsterdam se observa un extraño globo fabricado con periódicos, y en él viaja un enanito vestido estrafalariamente, que arroja una carta sobre el burgomaestre. El autor de la carta dice ser Hans Pfaall, un artesano de fuelles que desapareció de la localidad hace cinco años. Y explica en ella, con todo lujo de detalles, que, agobiado por las deudas, concibió la locura aparente de fabricar un globo aerostático con el que viajar a la Luna (aquí, Poe introduce un buen número de erudiciones científicas, que hoy sabemos inexactas, pero que otorgaban a su relato un aire serio). La carta de Hans Pfaall incorpora una oferta (revelar a los humanos todo lo que ha aprendido de la Luna y de sus habitantes) a cambio de ser perdonado de sus deudas y errores, si vuelve. El alienígena que ha arrojado la carta desde el globo le llevará la respuesta a la Luna. Al final todo es una ingeniosa broma tramada de principio a fin por Pfaall, con la complicidad de un malabarista enano, para volver a la ciudad famoso y sin deudas.
En su cuento “Conversación con una momia” el profesor Ponnonner y el narrador consiguen que una momia resucite después de aplicarle una corriente eléctrica. Tras la recuperación absoluta (a la momia le cuesta unos minutos centrarse), la momia sostiene con vehemencia que los tiempos del Antiguo Egipto fueron mucho mejores que los actuales en cuanto a política, ciencia o arte, pero está conforme en aceptar que en el siglo XIX se lleva una ropa más bonita. En eso es en lo único que la Humanidad ha mejorado. La broma se completa cuando el narrador le dice al profesor Ponnonner que, tras ver la facilidad con la que se puede resucitar a un cadáver, pedirá ser embalsamado tras su muerte y así conseguirá enterarse de quién será presidente de los Estados Unidos en el año 2045.
El “Cuento de Jerusalén” es una obra de juventud, primeriza. Unos hebreos han conseguido que los romanos que cercan la Ciudad Santa se compadezcan de ellos y, a cambio de dinero, se comprometan a entregarles unos corderos para sus sacrificios rituales. Pero cuando los israelitas alzan la cuerda gracias a una polea descubren que los romanos les envían un enorme cerdo. La burla no puede ser más sangrante.
“Los anteojos” produce algunas sonrisas. En síntesis, se trata de un joven apellidado Simpson que se enamora de una bella dama y consigue casarse con ella a los pocos días de haberla visto por primera vez. El problema es que la dama en cuestión, frente a los 21 años de Simpson, tiene 82. El joven se ha dejado engañar por su extrema miopía. Por fortuna, la anciana ha comprendido todo desde el principio, y, sin querer aprovecharse de la ridiculez de la situación, ha logrado que un amigo de su novio oficie una boda falsa para ver si de una vez por todas se convence de ponerse anteojos.
Tampoco falta humor en “El sistema del doctor Tarr y del profesor Fether”. El narrador de la historia desea conocer el funcionamiento de una clínica mental que ha encontrado durante un paseo, y es invitado a visitar sus dependencias. Pero descubre que todo los enfermeros y los cuidadores que lo atienden muestran notables extravagancias en su forma de actuar. Al final descubrirá que se trata de los locos que han tomado el poder del manicomio y han reducido a médicos y cuidadores a las mazmorras del mismo, untándolos con alquitrán (tar, en inglés) y plumas (feather, en el mismo idioma).
En “Tres domingos por semana” el roñoso tío Rumgudgeon le niega a su sobrino el permiso para casarse con Kate (y entregarle así su dote matrimonial) hasta que una semana contenga en su seno tres domingos. La joven pareja, desesperada por esa condición tan cruel, consigue que dos marinos de gran fama acudan a la casa del tío Rumgudgeon: uno ha viajado hacia el este y otro hacia el oeste, con lo cual uno cree que mañana es domingo y otro cree que lo fue ayer. Como resulta que hoy es domingo, se produce la esperada conjunción de tres domingos en una semana.
“Autobiografía literaria de Thingum Bob” nos habla de un personaje que construye su fama literaria plagiando versos de John Milton y logrando ser publicado en revistas y premiado en concursos, ante la ignorancia de los encargados.
Por otra parte, hay cuentos de Poe que no suelen ser citados en la primera línea de sus logros, aunque son adecuados para todas las edades. Algunos estudiosos consideran que hay algunas historias especialmente seductoras.
1) La primera es El pozo y el péndulo, donde se nos cuenta la historia de un condenado por la Inquisición, en Toledo, que está en una celda a la espera de su ejecución. El terror lo anonada y paraliza. Durante mucho tiempo camina por la celda, que está a oscuras, tratando de calibrar sus dimensiones y su forma. Y descubre que en el centro hay un pozo, en el que está a punto de precipitarse. Un tiempo después, tras despertar de un sueño inducido (lo han narcotizado con el agua), se encuentra atado a una especie de camilla, sobre la cual oscila un péndulo con una alarmante cuchilla que baja lentamente. Pese a la indecible angustia, consigue liberarse. Entonces le espera una nueva tortura: las paredes empiezan a calentarse (son metálicas) y a estrecharse. Pretenden achicharrarlo y que se lance al pozo... Cuando está a punto de hacerlo todo se detiene: los enemigos de la Inquisición han conseguido vencer. El general Lasalle ha entrado en Toledo.
Es una atmósfera opresiva, con esa escena de paredes estrechándose, pero con el alivio de que el protagonista se salva.
2) La segunda es El gato negro. Un hombre que desde siempre ha sentido pasión por los animales se casó y su mujer consintió que la casa familiar estuviera llena de animales. Entre ellos, un gato. Un día de borrachera, le salta un ojo deliberadamente; otro día, sin que exista ninguna razón, lo ahorca. Un incendio devasta después su casa, y se dibujan las imágenes de un gato y de un patíbulo en la pared calcinada... Al poco, se hace con otro gato de similares características al anterior (negro, grande, tuerto), y crece también inexplicablemente su odio hacia él. Pero no se atreve a hacerle daño. Un día en que está a punto de descargar un hacha sobre la cabeza del animal, su mujer lo detiene y él la mata, lleno de ira. Luego la empareda en el sótano. Acabada la tarea, intenta matar al gato, pero no logra dar con él... Durante unos días, los investigadores tratan de localizar el cadáver de su esposa. Y él, tras dar un golpe en la pared para hacerles ver que es sólida, provoca que se escuche un aullido infernal. Cuando los policías rompen la pared, encuentran el cadáver de la mujer y el gato sobre su cabeza.
En este relato llama la atención la psicología del personaje, esa forma de odiar o de sentir furia sin saber por qué, además del final.
3) El tonel de amontillado es otra de esas atmósferas opresivas e inquietantes que tanto le gustaban a Poe. El narrador, que tiene una cuenta pendiente con el injurioso Fortunato, ha decidido vengarse de él. En pleno carnaval lo encuentra en la calle y le asegura que ha comprado un barril de amontillado, pero que no está seguro de que se trate de un vino de calidad. Fortunato, ebrio y ansioso, decide ir con él para darle su opinión. Mientras avanzan por la extensa bodega subterránea del narrador (que tiene huesos humanos en sus paredes, por ser una antigua catacumba), le va ofreciendo vinos, con lo que aumenta la embriaguez de Fortunato. Llegados al final, el narrador lo encadena con facilidad a uno de los muros. Ajeno a cualquier atisbo de misericordia, lo empareda. Y de esto han pasado ya cincuenta años.
El cuento produce escalofríos. Primero, porque sabemos desde el primer instante que Fortunato va a sufrir la ira vengadora del narrador, pero ignoramos la forma en que va a producirse; segundo, por la ambientación del relato (catacumbas, huesos, humedad).
4) El escarabajo de oro es otro clásico. William Legrand, acompañado por su criado Júpiter, encuentra un singular escarabajo. Y, según le dice al narrador, que es amigo suyo y que duda de su estabilidad mental, este bicho “de oro” le ayudará a recuperar la antigua fortuna familiar. Salen de expedición y, al llegar a un elevado árbol, hacen subir a Júpiter. Su amo le indica que deslice el escarabajo, unido a un cordón, por la cuenca vacía de una calavera que hay clavada en la séptima rama del árbol y encuentran un fabuloso tesoro de oro y piedras preciosas.
Pero lo mejor del relato es la detallada explicación criptográfica que Legrand da sobre cómo descubrió y tradujo el enigmático manuscrito de Kidd. Todos esos mecanismos de textos cifrados, claves para leerlo e instrucciones para descubrir un misterioso tesoro resultan fascinantes.
5) La caja oblonga es un cuento de 1844. El narrador acaba de embarcarse para cruzar el Atlántico, al igual que un amigo suyo, el señor Wyatt. Este va acompañado por su esposa y una enorme caja oblonga; y ha reservado dos camarotes en lugar de uno. Por las noches, mientras la esposa sale del camarote principal y se va a dormir al otro, Wyatt realiza actividades ruidosas que llaman la atención del narrador: es como si desclavara la caja. Luego se le escucha sollozar. Unos días después estalla una tormenta que obliga a desalojar el barco. Wyatt pide que le dejen volver a por su caja oblonga. Como no lo hacen, se lanza al agua y trepa solo al barco. Aparece con la caja, se anuda a ella con una cuerda y se lanza al mar. Sorprendentemente, ambos se hunden en las aguas. ¿Por qué no flota, si la caja es de madera? El capitán del barco le explica el misterio al narrador: dentro de la caja iba el cadáver de la esposa de Wyatt, que murió antes de embarcar. La hizo embalsamar, meter en la caja con sal y transportarla al otro lado del océano, para llevarla con su familia. La sal obligó a la caja a hundirse. Cuando ésta se disuelva se podrán recuperar los dos cadáveres. Su esposa falsa en realidad es la criada de la familia, que se prestó a desempeñar su papel para que no cundiera el miedo entre los pasajeros. De ahí que saliera por las noches a dormir en el otro camarote.
Misterio, ruidos extraños, amistad, muerte y una historia de amor al fondo. Todo lo que necesita un relato para llamar la atención.
6) “Tú eres el hombre” no suele ser citada entre los relatos más famosos de Poe. El señor Barnabas Shuttleworthy ha sido, al parecer, asesinado. Y el gran sospechoso es su sobrino, Pennifeather, que no tiene coartada para el día de aquel presunto asesinato y que, además, es el gran beneficiario del testamento. Charles Goodfellow, el mejor amigo de Barnabas, se empeña en solicitar tolerancia y clemencia con el joven, pero se adivina que lo está haciendo maquiavélicamente. Un tiempo después del asesinato, Charles recibe una enorme caja de vino que le prometió el difunto en vida. Cuando la abre, ante todos los invitados, aparece el cadáver putrefacto de Barnabas, que pronuncia las palabras “Tú eres el hombre”. Goodfellow confiesa el crimen y muere.
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