En toda Europa hay un momento cultural entre la liquidación del Gótico y el nacimiento del Barroco. Es el Renacimiento. Pero, aunque afecta a toda Europa Occidental, no hay una estricta semejanza entre los diversos países.
En España, este movimiento no tiene una fecha exacta de comienzo, porque la separación entre Edad Media y Renacimiento no es clara ni tajante. Hay en todo momento una mezcla variopinta de lo viejo y lo nuevo. Pero podríamos decir que con la muerte de Enrique IV de Castilla y con la de Juan II de Aragón empieza un nuevo período de unidad peninsular que no se había conocido desde la invasión árabe. La unión de las dos coronas posibilita la renovación de la guerra contra el moro, que lleva a la conquista de Granada de 1492. En ese mismo año, Colón descubre un nuevo mundo y Antonio de Nebrija publica la primera gramática castellana, primera también de una lengua vulgar romance.
Por lo tanto, es una época de unificación. Por una parte, política, con el matrimonio de los Reyes Católicos y las conquistas de Granada y Navarra (1512); por otra, religiosa, con la expulsión de musulmanes y judíos; y, por otra, lingüística, con la aparición de la Gramática, de Nebrija. La conquista de América, finalmente, representará una inyección de riqueza para el país y la aparición de un mundo nuevo en el más amplio sentido de la palabra, visto desde su aspecto cultural.
La sociedad sigue dominada por la aristocracia, a pesar de que los Reyes Católicos someten a los nobles rebeldes. Este dominio se refleja en los valores y formas culturales: nobleza incompatible con el trabajo, limpieza de sangre, aspiración a convertirse en noble. Las otras clases sociales están llenas de problemas: las revueltas de los Comuneros y de las Germanías, en tiempos de Carlos I, son prueba del descontento social. A esto habrá que unir las numerosas guerras de religión emprendidas por el Emperador, que se constituyen en una de las características más peculiares del reinado.
De todas formas, en el siglo XVI, hay que hablar de dos períodos. Uno, el reinado de Carlos I, en el que se nota el predominio de la idea imperial, y tiene lugar el triunfo del italianismo, del individualismo artístico, la aparición de un nuevo sentido vital, y la difusión de las ideas erasmistas. Otro, el reinado de Felipe II, que significa el regreso a los valores tradicionales, tras el éxito de la Contrarreforma emprendida tras el Concilio de Trento como respuesta a las ideas heréticas de Lutero y a su reforma protestante. España se quiere convertir en el adalid de la ortodoxia católica, de donde nace la oposición a todas las ideas contrarias a la religión más tradicional.
En este último reinado hay una serie de hechos paradójicos: junto a la victoria de San Quintín (1557) se produce la primera suspensión de pagos del Imperio (1557). Tienen lugar reacciones en contra del erasmismo, la fundación de los jesuitas, la aparición del Índice de libros prohibidos, el veto a los libros extranjeros. Los intelectuales no pueden salir de España, se persigue a los herejes y a los sospechosos de serlo (protestantes, judíos, erasmistas, etc...). Más adelante se crea el Índice Expurgatorio, por el que se suprimen pasajes, y se mutilan y censuran obras permitidas. La Inquisición defiende los valores más tradicionales: limpieza de sangre, honor, caballerosidad,....El Estado se vuelve teocéntrico y centralista. Las guerras y sublevaciones son continuas (Países Bajos, Lepanto, Armada Invencible, moriscos...).
La realidad española en la segunda mitad del siglo es paradójica, y no sólo en el terreno del pensamiento. En la economía y la política nos encontramos con un país en pleno apogeo imperialista que cae en la miseria y la bancarrota. La aristocracia y los religiosos aumentan en número, mientras el comercio y la industria, sospechosos de ser cultivados por conversos, decaen. Géneros literarios pujantes en el primer período, como el Lazarillo o la Diana, conocen una ruptura y no tienen sucesores hasta cincuenta años después, con el Guzmán y la Galatea. Esto ha hecho que algunos críticos (Avalle-Arce) consideren el fin del Renacimiento con la muerte de Carlos I e incluyan el reinado de Felipe II en el Barroco.
El Renacimiento muestra una exquisita preocupación por la estética. La sola belleza es suficiente para justificar una obra artística o una creación literaria. Los cánones de belleza se inspiran en la Antigüedad, pero el resultado no es la simple imitación, sino la creación de un arte y una literatura nuevos, originales. El nuevo orden se sintetiza en las siguientes ideas:
a) Se desecha el teocentrismo medieval.
b) Defensa de la figura humana.
c) Goce de lo terrenal: el mundo es útil al hombre.
d) La naturaleza es revalorizada.
e) Los ideales terrenales pueden ser valores universales y perfectos a los que hay que llegar.
1.- El pensamiento renacentista.
Sería improcedente tratar de definir un movimiento tan amplio y diverso como el Renacimiento. Mucho más factible es presentar las características pecualiares que tiene en nuestro país.
Los dos períodos que se han mencionado plasman el proceso ideológico por el que España se encontró cerrada justo cuando más abierta estaba, en toda su historia, a Europa. Evidentemente dos son los momentos del Renacimiento español: uno primero de relanzamiento literario, y otro segundo, largo y lento, de negación a toda transformación y de asentamiento, por tanto, sobre fundamentos inamovibles que empobrecieron el logro de un Renacimiento real.
Este desajuste, consciente de la deuda contraída con el espíritu innovador, tendría su clara correspondencia en producciones bien diferenciadas: la primera, aún renacentista, comprendía su engarce con el mundo moderno, y son numerosos los logros que se deben a la comprensión de tal ideología; la segunda, basada en esta constante negación de lo nuevo y de cualquier forma de transformación, habría de cerrarse definitivamente poco más tarde y sin solución de continuidad, para dar lugar a la fuerte tensión barroca, ya en pleno siglo XVII. Sin embargo, no se puede negar que en este primer movimiento de adaptación al Renacimiento europeo se encuentra el germen de lo que la literatura española pudo dar de sí en casi dos siglos. Los autores españoles de este primer momento conseguirán ofrecer una producción equilibrada, ajustada y precisa, en cuyo magisterio lograrán asentar los autores posteriores sus mejores obras, todas ellas consideradas en nuestros días como clásicas para la Literatura española.
Los verdaderos factores del Renacimiento europeo serán el humanismo, que tiene su cuna en Italia, y el erasmismo, doctrina y pensamiento auspiciados por Erasmo de Rotterdam. Ambos servirán de motor de arranque de todo el movimiento cultural.
En el primer tercio del XVI, el término humanismo (centro intelectual de Europa) representa un intento de equilibrio cultural y una síntesis entre clasicismo y cristianismo. Este período posiblemente sea el más ambivalente de la historia de la cultura occidental. Como ejemplo de esa ambigüedad, destaca el hecho de que el medio expresivo por excelencia fuera el latín, cuando las lenguas nacionales ya se habían aclimatado; pero un latín ajustado al respeto absoluto de los modelos clásicos, frente a aquel otro latín bárbaro que utilizaron los escolásticos en la Edad Media.
Este humanismo va más allá del simple influjo de Petrarca, en cuanto que pretende una visión del mundo desde el punto de vista clásico, pero en correspondencia con el ideal cristiano. Es una actitud espiritual, pero tan tibia que no extraña que, cuando surgen la Reforma y la Contrarreforma, quede totalmente barrida. Por tanto, este período puede considerarse conservador y al mismo tiempo progresista.
La figura más característica del humanismo es Erasmo de Rotterdam (1466-1536), de cuyas obras se hicieron cientos de ediciones en el siglo XVI. Y en la actualidad, cada vez se valora más su influencia cultural.
Hijo de un clérigo, se hizo fraile sin especial inclinación monástica, hasta que deja el claustro para vagar por centros de estudio.
Su primer éxito literario fueron los Adagios, colección de ochocientos proverbios latinos comentados con gran exhibición de saberes. Su segundo éxito fue Enchiridion, que en griego significa “manual y puñal” y contiene un audaz programa de reforma religiosa. La novedad es que su modelo de vida cristiana ya no es la monástica, sino la secular, aunque este concepto no se use todavía. Su tercer éxito lo constituye su librito Elogio de la locura (o de la necedad), dedicado a Tomás Moro. Allí el personaje Stultitia afirma ser la sal de la tierra y va poniendo en entredicho las costumbres y creencias (incluidas las referidas a milagros, reliquias, teólogos y frailes mendigantes) para culminar con la exaltación de la locura de la Cruz. Se ha llegado a decir que esta obra contribuyó a preparar la Reforma luterana.
Para 1516, cuando publica su versión latina del Nuevo Testamento, junto al texto griego, Erasmo es ya un intelectual ampliamente conocido, invitado a numerosas universidades, y sus cartas se convierten en documentos que enorgullecen a sus destinatarios.
También de 1516 son sus Coloquios, en los que, bajo la apariencia de unos ejemplos de conversación para ejercitarse en el latín, va presentando temas de interés, sobre todo en el sentido religioso.
Mientras, el problema luterano iba haciéndose alarmante. Lutero intentó al principio atraerlo a su bando, pero Erasmo se declaró neutral y recomendó moderación a todos. Esta postura cada vez resultaba más difícil de mantener, teniendo en cuenta que estaba entonces en la Universidad de Lovaina. Tuvo que marcharse de la ciudad a Basilea.
En 1524 lanzó su Disquisición acerca del libre albedrío, en contra de Lutero, al que éste replicó. Por las mismas razones tuvo que dejar Basilea. Los últimos años de su vida se sintió rodeado de lo que más odiaba: la incomprensión, la violencia, la intolerancia. Sus amigos Tomás Moro y Fisher murieron en el cadalso, y Erasmo no hizo ningún comentario.
Para unos, Erasmo fue un hereje que preparó el terreno a la Reforma protestante; para otros, un racionalista, ajeno a la verdadera religiosidad; para otros, un gran moralista cristiano que se anticipó a la gran renovación espiritual de la iglesia. Y es que para él, hostil a la especulación teológica, lo importante es la pureza de corazón, los sentimientos más que las ideas. Opone la moral evangélica y la religión interior a la preponderancia de la letra sobre el espíritu, censurando lo que considera supersticiones y fanatismos (los ayunos, peregrinaciones, bulas, indulgencias). Condena la guerra, sin excepciones; se opone a cualquier fanatismo; aboga por la educación de los hombres, como medio de darles plenitud.
El erasmismo en España
El auge del fervor europeo por la reforma religiosa favoreció, gracias al cardenal Cisneros, la causa de las letras en España. Cisneros no fue un reformador sólo de los abusos eclesiásticos, sino que se entregó también a la reforma del clero y de los monasterios, a los que intentó hacer volver a una vida más ascética. Fundó en 1498 la Universidad de Alcalá, destinada a ser un nuevo instrumento de la educación eclesiástica, pero las artes liberales, como iniciación a los estudios teológicos y bíblicos, dieron un poderoso impulso al humanismo. Los primeros frutos de esta Universidad no tardaron en llegar. En 1517, inspirada por Cisneros, se imprime la Biblia políglota, que presenta los libros sagrados en cuatro lenguas: hebreo, arameo, griego y latín.
En 1517, Cisneros invitó a Erasmo a visitar España y aunque él nunca vino, la influencia que ejerció fue muy profunda, a través de la Universidad de Alcalá, aunque corta. Erasmo representaba en Europa un movimiento de reforma y renovación de la vida espiritual, y sus ideas lo convirtieron en objeto de interés, odiado y admirado a un tiempo.
Las doctrinas de Erasmo (piedad interior, conocimiento directo de las sagradas escrituras, tolerancia) ejercieron su influencia entre los flamencos que rodeaban a Carlos V antes de su llegada a España, y entraron en ella bajo sus auspicios, pero calaron sobre todo en Alcalá. Las traducciones y reimpresiones de sus obras se multiplicaron.
Estas ideas se sintieron sutilmente en la vida religiosa y dieron impulso al movimiento denominado iluminista o alumbrado, doctrina pietista nacida en Italia y Holanda en el siglo XV que resultó muy atractiva para los conversos. Esta doctrina defendía una religiosidad interna, en contra del ritual eclesiástico. Pero el iluminismo fue condenado por la Inquisición y su asociación con el erasmismo hizo que éste también fuera atacado por el tribunal.
Las órdenes religiosas lo atacaron también, heridas por las sátiras antimonásticas de Erasmo. Así que sus obras eran objeto de ataques cada vez más duros, por las suspicacias que levantaban.
A partir de 1529, algunos erasmistas fueron acusados de iluminismo y luteranismo. Las doctrinas de Erasmo fueron condenadas y sus libros incluidos en el Índice de libros prohibidos. A partir de entonces, es difícil percibir la influencia de Erasmo en la España de la Contrarreforma.
No obstante, la doctrina erasmista caló en algunos buenos intelectuales españoles. Entre ellos, Luis Vives o los hermanos Juan y Alfonso de Valdés.
Luis Vives fue uno de los grandes humanistas españoles en el que se observa la influencia de Ersmo. Sin embargo, no contribuyó a la difusión de esas ideas, ya que pasó la mayor parte de su vida en el extranjero. Dedicado especialmente a la pedagogía, prestó mayor atención a las ramas de la filosofía cuyo objetivo principal consiste en la instrucción de tipo moral.
Juan de Valdés también vivió fuera de España. En 1529 publicó Diálogo de doctrina cristiana, de espíritu erasmista. El libro fue denunciado a la Inquisición y el autor pasó el resto de su vida en Italia.
Alfonso de Valdés se sirvió del erasmismo para justificar a Carlos V ante el saqueo de Roma de 1527. El autor lo justifica como un castigo divino caído sobre el Papa, representante de una iglesia necesitada de urgente reforma. La explicación de Lactancio está repleta de palabras de Erasmo, para justificar que la verdadera devoción reside en amar a Cristo y vivir según sus enseñanzas. El Diálogo de Mercurio y Carón muestra un mejor estudio de Erasmo, pero el estilo es menos vivo.
2.El Renacimiento en España
El español del Renacimiento no se sentía dueño de las posibilidades vitales que la realidad histórica le presentaba. Pero tampoco abandonó las posibles formas de vivir esas realidades. El siglo XVI será el siglo de oro de la universidad española, y desde la de Salamanca se irradiará al resto toda la cultura humanística. Por ejemplo, en esa Universidad se dan cita el primer profesor de Griego en España (Arias Barbosa) junto al primer reformador de la enseñanza del latín (Nebrija).
Al calor de las universidades y con el apoyo regio (especialmente los Reyes Católicos), vienen a España humanistas italianos que traen su bagaje cultural. Algunos de esos intelectuales enseñarán en la Universidad, como Lucio Marineo Sículo en Salamanca; otros difundirán sus enseñanzas entre la alta nobleza, como Pedro Mártir de Anglería; y otros llegarán a ser cronistas reales, como Fray Bernardo Gentile. Los tres coinciden en España en la misma época, y hasta tal punto se difunde el humanismo que no hay necesidad de “importar” nuevos sabios italianos.
En el terreno de la educación, la reforma cunde y se esparce rápidamente, y pronto su dirección pasa a manos españolas (Nebrija) y producirá humanistas como Juan Luis Vives (valenciano, aunque educado en París y profesor de Oxford, ya que no quiso venir a enseñar a España, aunque lo llamaron para una cátedra en Alcalá, porque su familia, judía, fue perseguida por la Inquisisción). Aunque hubo más emigrantes, en España quedaron también humanistas como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano, Ginés de Sepúlveda,....)
Junto al humanismo vive el erasmismo, con una vida más corta pero igual de intensa, que alcanza su momento clave hacia 1520. El resultado más concreto, para la historia literaria, de este intercambio internacional que suponen el humanismo y el erasmismo es la nacionalización de los géneros literarios.
La Antigüedad clásica brindaba modelos literarios inigualados en el terreno de la dramaturgia, la poesía, la historia y la novela (recordemos el débito de la novela bizantina con los modelos latinos). Ahora bien, la estética renacentista está montada sobre la Poética de Aristóteles, y este criterio hay que aunarlo con los nuevos conceptos de patriotismo y nacionalismo, porque la imitación de Aristóteles lleva a una fervorosa apreciación de lo nuevo y de lo propio. Algunos afirman que los libros de viaje de la conquista de América superan a los de Ulises o Hércules, y Quevedo llega a asegurar la superioridad de lo moderno sobre lo antiguo, y lo español sobre lo de otras naciones (España defendida).
Así, Garcilaso impone su sello particular a las églogas virgilianas, fray Antonio de Guevara “nacionaliza” con sus Epístolas familiares las epístolas de Cicerón, y la tragedia clásica alcanzó también esa “nacionalización” con Juan de la Cueva. Pero la adaptación de un género literario clásico a las necesidades intelectuales y artísticas de las nacientes nacionalidades sólo adquiere efectividad si se adapta a la nueva realidad histórico-sociológica. Esta nueva realidad aumenta el valor, el sentido y la densidad de las obras, de los argumentos y de los personajes.
España da impulso a tres aspectos de la literatura europea. En primer lugar, a la literatura de la conquista de América, con la caracterización literaria que implica el personaje del conquistador y del indio, cuya descripción recorre Europa. En segundo lugar, España pone en circulación el pícaro como personaje literario, que llegará hasta los siglos XVIII y XIX, como demuestran Fielding (Tom Jones), Lesage (Gil Blas) o Dickens. En tercer lugar, desde España se extiende un nuevo concepto o impulso de la Mística, hasta convertirse en un factor de influencia internacional. Una cuarta contribución española es la literatura caballeresca. Los Amadises y Palmerines se traducen, imitan y se continúan en todos los países, especialmente en Italia y Francia.
Sobre la España del Renacimiento, un testimonio podrían ser estas palabras de Carlos V, que al referirse a su lucha contra Lutero, llega a decir que trabajará para que “los historiadores que escriben cómo en mis tiempos se levantó puedan también escribir que con mi favor e industria se acabó”.
3.Los géneros literarios del Renacimiento
El género literario que más cambios sufre en el Renacimiento es el dramático. Con Juan de la Cueva el teatro quedará nacionalizado. Pero la circulación en Europa de la Poética de Aristóteles hace que el neoaristotelismo deje su sello en las diversas escuelas dramáticas. A España llega tarde a través del comentario en castellano de Alonso López Pinciano, Filosofía antigua poética (1593), ya que la primera traducción de la Poética se efectúa en el siglo XVII.
El teatro será moldeado por Lope de Vega en la Comedia, de manera que en ausencia del neoaristotelismo, ésta tendrá características peculiares. Así se explica, por ejemplo, que el respeto a las reglas apenas se mantenga aquí.
La lírica tendrá unas características similares, aunque se halla más cercana a la poética europea. Hay que reconocer que la España renacentista adoptará en masa los metros italianos: endecasílabos, heptasílabos, sonetos, liras,...., de forma que se podría afirmar que en el Renacimiento español se respira el ambiente literario italiano.
La superioridad y la soberbia de los seguidores de la lírica italiana incitaron una rebelión castellanista encabezada por Cristóbal de Castillejo. Aunque es importante señalar que el italianismo triunfante se depura con la tradición española para producir la poesía de principio del XVII (Herrera, Góngora, Quevedo,...). En ocasiones, las formas italianas se cubren de materia netamente hispana.
La forma más difundida es el romance, que entra en avalancha en el XVI, tras su formación y difusión en el XV, y que ahora adquiere su mayor triunfo con la imprenta. Además su carácter popular no se pierde, incluso en su forma de presentación en pliegos sueltos, pero con la imprenta se reúnen en amplias colecciones de romances que permiten su implantación en la lírica de los poetas cultos.
El teatro es otro de los géneros que reciben en esta época su primera forma moderna y será el primer teatro europeo que alcance carácter nacional. Pero el teatro del XVI no ofrece una belleza comparable a la de la poesía. Este teatro tiene una amplitud estética que tiende a integrar la tradición de temas religiosos medievales, formas clásicas y elementos de la Commedia dell’arte de tipo renacentista.
Podemos señalar dos etapas en el teatro del siglo XVI: desde Juan del Encina hasta mediados de siglo, y desde Lope de Rueda a Cervantes. El dramaturgo más importante de la primera es Gil Vicente que, aunque al principio no se desvía del teatro rústico-religioso a lo medieval, después irá ganando en variedad y riqueza. La segunda mitad se caracteriza por el desarrollo de dos géneros: la comedia y el Auto Sacramental.
La narrativa también evoluciona en el XVI. El género más extendido es el caballeresco, cuyos últimos estertores llegan a los años del Quijote. Destacan dos familias: la de los Amadises y la de los Palmerines. La novela pastoril también llegará al XVII, pero la primera muestra será la Diana de Jorge de Montemayor, continuada varias veces. La picaresca se extenderá durante todo el XVII, con las continuaciones del Lazarillo y la variedad de nuevos pícaros que se presentan. La novela sentimental se centra más en el XVI, aunque su origen se remonta a mediados del siglo XV, con El siervo libre de amor de Rodríguez del Padrón, pero conocerá su auge en el Renacimiento. La novela morisca que comienza con la Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa también se desarrolla en esta época.
Éstas son algunas de las características que pueden explicar el ambiente cultural peculiar del Renacimiento español y su reflejo en lo literario.
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